Don Antonio
Rodríguez Villa (1843 – 1912) fue bibliotecario
perpetuo y académico de la Real Academia de la Historia.
Reinando Alfonso XIII, publicó en 1908 en la “Nueva Biblioteca de Autores Españoles” el libro “CRÓNICAS DEL GRAN CAPITÁN”, bajo la dirección de don Marcelino Menéndez Pelayo.
Recopila
varias crónicas, cartas y documentos sobre Gonzalo.
De cuando reinaba Felipe II, y sobre las “famosas Cuentas
con que se dice que el Gran Capitán trató de justificarse de las enojosas
exigencias del Rey Católico y de sus tesoreros, hallándose al fin de la segunda
campaña aquel Monarca en Nápoles”, el Sr. Rodríguez Villa cita la “Chrónica
del Gran Capitán” impresa en Zaragoza en 1554, y añade que “en
análogos y muy parecidos términos se expresan la Crónica manuscrita, la de
Paulo Jovio y otros escritores posteriores, que se copiaron unos á otros,
tratando de este asunto.
“LAS CUENTAS” EN LAS CRÓNICAS
DEL GRAN CAPITÁN (siglo XVI) |
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LA VIDA Y CHRÓNICA DE GONZALO HERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, llamado por
sobrenombre Gran Capitán: por Pablo Iovio, Obispo de Nozera. Agora traducida
en nuestro vulgar. -1554 / Libro segundo de la vida del Gran Capitán. Impreso en Florencia en 1550 el
original en italiano; y en Zaragoza la traducción castellana, en 1554. |
CRÓNICA MANUSCRITA HISTORIA (manuscrita) DEL GRAN CAPITÁN GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, y
de las guerras que hizo en Italia / Libro onceno de los hechos y hazañas de
Gonzalo Hernández, Gran Capitán de España, contra los Reyes de Francia, en el
cual se contienen las cosas que después de acabada la guerra y pacificado el
reino sucedieron al Gran Capitán / XII. De algunas cosas que sucedieron
estando el Rey en aquella ciudad. Impresa en Zaragoza en 1554, y en Alcalá de Henares en 1584. |
CRÓNICA GENERAL CHRÓNICA DEL GRAN CAPITÁN GONZALO HERNÁNDEZ DE CÓRDOBA Y AGUILAR /
Libro tercero de la vida y fin del Gran Capitán Gonzalo Hernández de Aguilar
y de Córdoba / III. De cómo el Rey D. Fernando fué á la ciudad de Nápoles, y
del recibimiento que se le hizo. Impresa en 1584. |
«Había Gonzalo Hernández en aquellos días burlado
de la diligencia y curiosidad de los tesoreros envidiosos, á él enojosos y
pesados y al Rey poco honrosos, que siendo llamado como a juicio para que
diese cuenta de lo gastado en la guerra y del recibo de las rentas del reino,
lo cual estaba asentado en. la tesorería, y mostrando ser muy mayor la
entrada que no era lo gastado, respondió severamente que él traería otra
escritura muy más auténtica que ninguna de aquéllas, por la cual mostraría
claramente que había mucho más gastado que recibido, y que quería que se le
pagase todo el alcance de aquella cuenta, como deuda que le debía la Cámara
real. El día
siguiente presentó un librillo con un título muy arrogante, con que puso
silencio á los tesoreros y vergüenza al Rey y á todos mucha risa. En el primero capítulo asentó que había gastado en frailes y en
sacerdotes y religiosos, en pobres y en monjas, los cuales continuamente
estaban en oración rogando á nuestro señor Dios y á todos los santos y santas
que le diesen victoria, doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y
nueve reales. En la segunda partida asentó setecientos mil
cuatrocientos noventa y cuatro ducados secretamente dados á los espías, por
diligencia de los cuales había entendido los designos de los enemigos é
ganado muchas victorias, é finalmente la libre posesión de un tan gran reino. Entendida del Rey la argutia, mandó poner silentio al infame negocio. Porque ¿quién sería aquél, si no fuese algún ingrato ó verdaderamente
de baja é vil condición, que buscase los deudores y quisiese saber el número
de los dineros dados secretamente de un tan excelente capitán?» |
«Aconteció en aquellos días que los tesoreros del
Rey trataron de pedir cuenta al Gran Capitán de las rentas de aquel reino.
Fué negocio tan pesado, que el Gran Capitán estuvo en poco de se enojar de
aquel negocio; mas recibió con alegre cara las cuentas del recibo y del
gasto, y respondióles que él mostraría las cuentas del
gasto y del recibo; y que les apercebía que le habían de pagar el alcance
quél gastó que igualase al recibo, como deuda que la Cámara Real le debía. Otro día presentó un libro pequeño de
memoria, en que puso muy gran silencio á los tesoreros, y al Rey muy grande
afrenta, y á todos muy gran ocasión para reír y burlar del negocio. Y fue que asentó en la primera partida, que había gastado en frailes y
en sacerdotes y en monjas y pobres, personas aceptas á Dios, los cuales
continuamente estaban en oración rogando á Dios y á todos los santos y santas
del cielo que le diesen victoria: ducientos mil y setecientos treinta y seis
ducados y nueve reales. En la segunda partida asentó setecientos mil y cuatrocientos y noventa
y cuatro ducados, secretamente dados á las espías, por cuya diligencia había
entendido los desinios y acuerdos de los enemigos y ganado muchas victorias,
y finalmente un tan gran reino como era aquél. Como el Rey vio las partidas y la respuesta del gasto, mandó que no se
hablase más en ello, porque era muy infame al Rey. Porque ¿quién sería aquel que quisiese averiguar
y saber el número de los dineros dados y á quién, y como dados por mano de un
tan excelente capitán, si no fuese ingratísimo?» |
«Había Gonzalo Hernández en aquellos días,
burlado de la diligencia y curiosidad de los tesoreros envidiosos, y á él
enojados y pesados, y al Rey poco honrosos, que siendo llamado como á juicio
para que diese cuenta de lo gastado en la guerra y del recibo asentado en la
tesorería; y mostrando ser muy mayor la entrada que no era lo gastado, respondió muy severamente que él traería otra escritura muy más
auténtica que ninguna de aquéllas, por la cual mostraría clara y patentemente
que había mucho más gastado que recibido, y que quería que le pagasen todo el
alcance de aquella cuenta, como deuda que le debía la Cámara Real. El siguiente día presentó un librillo y con
un título muy arrogante, con que puso silencio á los tesoreros y al Rey, y á
todos mucha risa. En el primer capítulo asentó que había gastado en frailes y
sacerdotes, religiosos y en pobres y monjas, los cuales continuamente estaban
en oración rogando á Nuestro Señor Jesucristo y á todos los santos y santas,
que le diesen victoria, doscientos mil y setecientos treinta y seis ducados y
nueve reales. En la segunda partida asentó setecientos mil y cuatrocientos y noventa
y cuatro ducados á las espías, de los cuales había entendido los designos de
los enemigos, y ganado muchas victorias, y finalmente la libre posesión de un
tan gran reino. Entendida del Rey la argucia, mandó poner silencio al infame negocio; porque quién sería aquél, si no fuese algún
ingrato, ó verdaderamente de baja ó vil condición, que buscase los deudores y
quisiese saber el número de los dineros dados secretamente de un tan
excelente capitán.» |
Reinando Alfonso XIII, don
Antonio
Rodríguez Villa publicó en el Boletín de la Real Academia de la Historia [Tomo
56 (1910), pp. 281-286] su estudio crítico “LAS
CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN”, muy citado posteriormente como referencia
bibliográfica.
Éste estudio trata de la adquisición por la RAH de un
manuscrito de 1499 titulado “CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN”, y describe un volumen
custodiado en el Archivo de Simancas relativo a la segunda campaña y conquista
del reino de Nápoles, comprensivo de los años de 1500 a 1503. Y concluye:
“(…) Las que no parecen por ninguna parte, ni hay
esperanza de que se hallen, por no haber jamás existido real y oficialmente,
son aquellas famosas Cuentas con que se dice que el Gran Capitán trató de
justificarse de las enojosas exigencias del Rey Católico y de sus tesoreros,
hallándose al fin de la segunda campaña aquel Monarca en Nápoles. Ni el
dignísimo Jefe del Archivo de Simancas las ha visto, como hasta ahora se creía
que en él se conservaban, ni nadie las conoce originales, ni es creíble que el
Gran Capitán, respetuoso siempre con los Reyes, hubiese cometido semejante
desacato, ni el Rey D. Fernando, dada la altivez y severidad de su carácter,
hubiera tolerado semejante burla.
Hay, sin embargo, cierto fondo de verdad en esta
tradicional conseja. Refiéranla con ligeras variantes las
crónicas antiguas del ilustre Capitán y numerosas copias sueltas. Puede a este
propósito decirse que si el hecho no fué cierto y oficial, mereció serlo, y lo
fué, en nuestra opinión, de una manera oficiosa. Porque enojado y resentido
aquel invicto caudillo de que los codiciosos tesoreros de S. A., acaso
incitados por ella, le apremiasen continuamente á dar cuenta de los gastos
hechos en la segunda conquista de Nápoles les presentó ó refirió de palabra
aquellas irónicas y graciosas partidas de descargo, que tanto se celebraron
entonces y perduran todavía ahora en nuestra memoria.”
Añade las indagaciones de D. Modesto Lafuente, y copia sin
citar la fuente lo escrito en la HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA sobre “En el
Museo Nacional de Artillería de esta Corte, hay un impreso titulado
«Cuentas del Gran Capitán», donde se hallan las siguientes partidas de
descargo: (…).»
Así, partida más ó menos, se han divulgado las copias de
estas Cuentas, campeando en ellas la fantasía tradicional sobre un hecho que si
no fué cierto oficialmente, como antes indicamos, acaso fué familiarmente
ocurrido y comentado entre los íntimos capitanes y servidores de
aquel portentoso genio, asombro de Europa, honor de España, vencedor de
Ceriñola, de Garellano y de tantos y tan memorables hechos, de armas, que
elevaron el patrio nombre al más alto grado de poderío y de gloria.” (sic).