En la primera parte de la novela de Pablo Parellada MEMORIAS DE UN SIETEMESINO narran el glorioso historial del Coronel Tirabeque, del Fijo de Madrid, quién se retiró en 1873.
Leamos
del capítulo
VIII. DOS REYES DE ESPAÑA NO MENCIONADOS POR LA HISTORIA [EL CADETE
TIRABEQUE Y EL LORO CACHIMBO]. El joven Claudio Béjar viaja de Madrid a Toledo
con su tío Exuperio, canónigo de la Catedral.
En
su departamento viaja un caballero de avanzada edad, Dionisio Deza Roldán,
coronel de Caballería, retirado, o sea de desecho.
El
narrador es el joven Claudio, quién se referirá a si mismo en primera persona:
Enterado el coronel de mi vocación por la carrera de las armas, hizo de
ella grandes elogios y de ella hablaron extensamente. Llegados al asunto de las
academias militares, preguntóle mi tío cuál de ambos sistemas le parecía más
conveniente: estar los alumnos internos o externos.
A lo cual el coronel Deza contestó:
-No sé qué contestarle: hay años en que
parece más conveniente lo uno, y años en los que parece mejor lo otro. Eso
depende unas veces de Cachimbo y otras de Tirabeque. Usted, que tan enterado está de nombres
y apellidos, ¿no sabe quiénes son esos dos personajes?
-¿Cachimbo y Tirabeque? No recuerdo.
-Dos soberanos españoles no mencionados
por la Historia.
-Espere usted: Cachimbo me suena de
reyezuelo de tribu americana, y Tirabeque tiene sabor a rey de los antiguos
guanches de Canarias.
-Pues no, señor; son dos soberanos
netamente españoles, aunque en lo de Cachimbo[1]
no anduvo usted desencaminado, porque en América nació. Voy a explicarme.
Ya
saben ustedes que en *** existe una Academia militar.[2]
En
un principio, estuvieron los alumnos internos; mas, por razones ignoradas por
mí, se dispuso que estuvieran externos, a cuyo efecto salió una Real Orden con
éste o parecido preámbulo: “Teniendo en
consideración los inconvenientes del internado, así como las ventajas de que
los alumnos estén externos…” Y los alumnos se fueron a vivir a fondas o
casas de huéspedes[3].
Pasaron unos años y en una convocatoria obtuvo plaza un niñito hijo de un alto
e influyente personaje de la corte; joven de cortos alcances, cerebro limitado
y figura un tanto ridícula, al
que sus compañeros de promoción habían dado en llamar Tirabeque[4].
El padre de este chico estaba lleno de zozobra pensando en que su hijo -jamás
se había separado de las faldas de mamá- iba a vivir en solo, fuera de la vigilancia paterna y
expuesto a pervertirse; y corrió a ver a su amigo el ministro de la Guerra: -Ya ve usted, mi pobre chico, una criatura, un niño
desconocedor del mundo y sus asechanzas, sin una persona que lo vigile, solo,
en una casa de huéspedes. Comprenda usted que esto es muy doloroso para unos
padres. Hemos pensado en trasladarnos a
con él, pero no nos es posible. Mi mujer está con un disgusto feroz… ¿No
habría manera de que mi hijo estuviera interno?
-Sería una excepción, y eso no puede ser; todos los
alumnos están externos.
-Pero podría dictarse una disposición para que estuviesen
todos internos.
-Eso exigiría grandes obras de reforma en el edificio de
la Academia[5],
que costarían muchos miles de pesetas[6].
-¿Y qué? Ni del bolsillo de usted ni del mío han de salir.
-Hay otro inconveniente insuperable: el edificio de la
Academia no es propiedad del Estado; y está terminantemente prohibido gastar
fondos del Estado en edificios que no son suyos.
Las
razones del ministro eran aplastantes, pero lo eran más las influencias del
papá de Tirabeque; y hablando con este personaje político, tirando del otro y
achuchando al de más allá, consiguió una Real Orden con este preámbulo: “Teniendo en consideración las ventajas del internado,
así como los inconvenientes de que los alumnos estén externos…” Al mismo
tiempo, en la Comandancia de Ingenieros se recibió la orden de que, con toda
urgencia, se procediera a la ejecución de las obras necesarias para el
internado en el edificio de la Academia. Todo ello con el fin de que el joven
Tirabeque no fuese a una casa de huéspedes desde el punto y hora en que llegase
a . Gran consternación produjo la nueva disposición entre las patronas de casas
de huéspedes, y sus protestas de nada sirvieron a no contar con doña Serapia en
el gremio. Era doña Serapia patrona de huéspedes vieja, solterona, y todos sus
afectos estaban concentrados en un loro[7]
llamado Cachimbo, heredado de su madre y su abuela, que también tuvieron
huéspedes alumnos; y como el tal animalito estaba acostumbrado a las constantes
caricias y obsequios de aquéllos y a las alegrías de la gente joven vestida de
uniforme, al encontrarse falto de tan alegre ambiente, cerró el pico, púsose
mantudo[8],
y no hubo fuerza humana que le volviese a hacer decir:
“Se da colorete.” “Se da colorete.”, cuando veía pasar una señorita, ni “Lorito real, saca la
pata.”, cuando para eso era requerido. Muchas promociones habían pasado
por casa de doña Serapia; a todos trató con solicitud maternal, y de ella
guardaron agradecimiento. Algunos cadetes de los que fueron sus huéspedes
habían ido ascendiendo y ocupaban ya altos puestos en la milicia. Doña Serapia
se fue a Madrid y visitó a uno de aquellos elevados personajes que más cariño
demostró al loro en otro tiempo, y, entre lágrimas y suspiros, le hizo saber
que el animalito se encontraba al borde del sepulcro a consecuencia del
internado y no ver a su lado aquellos uniformes juveniles que eran su alegría.
-Vamos, no llore usted, Serapia. ¡Caramba, sí que lo
siento! ¡Pobre Cachimbo! -decía el alto personaje, antiguo huésped de
doña Serapia.
-Se me muere, se me muere. Está en las últimas; ni
chocolate quiso ayer. Yo no podré sobrevivir a su muerte. Ya ve usted, no tengo
en el mundo más cariño que el suyo.
-Comprendo, comprendo su aflicción.
-Usted que es persona de tanta influencia, ¿no podría
hacer que se revocase la orden del internado?
-Dificilillo es, para nada perdemos con probar: con esta
tarjeta mía, en la que recomiendo el asunto con el mayor interés, vaya usted a
ver al Excelentísimo señor general don Yago de Yangua.
-¡Ah, don Yago de Yangua! Le recuerdo, también le tuve de huéspede
en casa, donde hizo toda la carrera. Precisamente el señor de Yangua fue quién
a fuerza de paciencia le enseñó a Cachimbo a decir “Se da colorete.” “Se da colorete”. Se querían como si fuesen hermanos.
Doña
Serapia corrió a ver al Excelentísimo señor general don Yago de Yangua y
algunos más, y consiguió una nueva disposición para que el internado fuese
únicamente para los alumnos de reciente ingreso, y en terminando éstos sus
estudios -es decir, en saliendo Tirabeque a oficial- quedasen todos externos
otra vez. La nueva Real Orden empezaba: “Teniendo en consideración los inconvenientes del
internado, así como las ventajas de que los alumnos estén externos…” De modo que doña Serapia continuó con los alumnos
de segundo y tercer año en su casa, y aún con los perdigones[9]
del curso primero anterior, y la alegría volvió a revivir a Cachimbo. Así,
pues, si bien las firmas de Cachimbo y Tirabeque no aparecieron al final de
aquellas soberanas disposiciones, yo entiendo que, virtualmente, fueron ellos
los firmantes, puesto que a Tirabeque y a Cachimbo se debían. Disposiciones
cuyas minutas habrán sido conservadas para ir reproduciéndolas
alternativamente, según que el influyente sea otro Cachimbo u otro Tirabeque. Por cierto -y esto fue lo más peregrino- que en premio
de las obras proyectadas y ejecutadas con motivo del internado , por mi
hermano, entonces comandante de Ingenieros de ***, ascendieron a general al
coronel director de la Academia.
-¿Y a su hermano de usted, nada le dieron?
-Claro que sí: las gracias de Real Orden; algo es algo;
menos le dieron cuando por unas obras de fortificación que ejecutó en el
recinto de Melilla concedieron una gran cruz[10]
al general gobernador de la Plaza.
-Y
dirigiéndose a mí, continuó:
-Oiga usted, pollo: por lo que acabo de referir, no vaya usted a pensar que en la milicia se procede siempre así; nada de eso; el Ejército es lo mejor y lo más sano que nos queda, pero tiene sus defectillos como los tiene toda obra humana, y alguna vez que otra verá, si llega usted a vestir el honroso uniforme, que no se procede con la lógica y justicia deseable, y se resuelven los asuntos por el método que yo llamo de Ollendorf[11] por ser la lógica que este tratado contesta a las preguntas: “¿Tiene usted el paraguas” “No tengo el paraguas, pero tengo el bozal del perro.” Quiera Dios que alguna vez no sea usted víctima de este método, muy cómodo para cuantos no saben resolver con lógica y justicia.
Continuemos
un año después en el capítulo X.
CADETE. ALFÉREZ [EN LA ACADEMIA DE INFANTERÍA DE TOLEDO. 1872 - 1873];
viaja en tren de Toledo a Madrid el joven Alférez Claudio Béjar, de la
promoción de los Sietemesinos; a su departamento sube el ex coronel Deza (retirado):
-¿Y no le alcanza a
usted la nueva ley de retiros para coroneles?
-No, señor.
-Es una lástima,
pues tengo entendido que se retiran con un sueldo opíparo, casi doble que el de
usted.
-Así es; pero esa
ley es un traje hecho a la medida y sólo les encaja a los coroneles que se
hayan retirado en el mes de marzo de este año [1873]; a los que nos hemos
retirado antes y a los que se retiren después, ni agua.
-Extraño, me
parece.
-No debe
extrañarle. Recuerde lo que le conté de Cachimbo y Tirabeque en el otro viaje
que hicimos juntos. Esa ley se debe a la conveniencia particular del coronel Tirabeque[12]
que iba a retirarse precisamente en marzo de este año.
-¿Tanto puede
Tirabeque?
-Ya lo creo; como
que ha sido del [Regimiento] Fijo de Madrid toda su vida: mejor dicho, del [Regimiento]
Fijo de Constantinopla, porque esto es Turquía[13]
pura.
-¿Y qué justificación
dan a tamaño desafuero?
-Cuantas usted
quiera le darán; justificaciones basadas en argucias y sutilezas sin consistencia
y parecidas a ésta: “Si la ley sólo
beneficia a los coroneles retirados en Marzo de 1873, es porque teniendo en consideración
que el mes de Marzo está dedicado a Marte, dios de la guerra, y observando que
1873 dividido por los cinco mandamientos de la Iglesia, da de resto 3, que son
las personas de la Santísima Trinidad, se ha hecho esta singular excepción con
el mes de Marzo de este año para patentizar la íntima unión que existe entre el
Ejército nacional y la Santa Madre Iglesia, procurando de este modo restar
partidarios a la causa carlista[14]. Aquí todo se explica; todo baile tiene su música; todo
intríngulis su pastora; cada conveniencia particular, su tranquilo para
defenderla, y es perder el tiempo revolverse en contra. ¿Sabe usted quién fue
Fray Pedro de Valls[15]?
-Ya lo creo: un
escritor de la Orden de los Capuchinos, que floreció a principios del siglo
pasado, y escribió una sátira titulada “Mandúcome frumen”[16].
-Pues recuerde
aquella redondilla de esa sátira:[17]
“En cuestiones de criterio
huelga toda discusión;
siempre tiene la razón
el que está en el Ministerio”
Y como Tirabeque estaba en el Ministerio,
él se lo guisó y él se lo comió.
-¿Y cómo pudo
Tirabeque pasarse toda la vida en Madrid?
-Creándole, para él
solo, un destino especial e innecesario.
-Carape, carape[18];
no acierto a comprender eso del destino innecesario.
-Es muy fácil.
Y sigue en el capítulo
XI. CÓMO SE INVENTÓ UN DESTINO (ESPECIAL E INNECESARIO) …:
Cuando Tirabeque[19]
terminó sus estudios en la Academia, el general jefe de la Sección del
Ministerio [de la Guerra] agarró unos papeles y con ellos se presentó al
Ministro:
-Mi general: sería conveniente
que se tomara alguna medida para evitar que los papeles de los archivos y de
las oficinas continuasen siendo roídos por los ratones. Acabo de pedir unos
antecedentes; me han traído estos documentos, y vea usted el estado lamentable
en que se encuentran, roídos casi por la mitad.
-¿Por qué no pone usted
queso envenenado?
-Eso es peligroso,
y no da resultado más que los primeros días; en seguida se conoce que corre la
voz entre los ratones y no lo tocan.
-Pues, ratoneras.
- Sucede lo mismo; conocen
muy pronto el engaño.
-Entonces, gatos.
-Eso es lo más
eficaz, desde luego; pero, dadas las grandes dimensiones de este edificio y sus
numerosos archivos y oficinas, serán precisos muchos gatos y, sobre todo, una
persona inteligente que se dedique a su cuidado y se encargue de administrar
los fondos necesarios para la reposición, alimentación y demás cuidados que tan
crecido número de gatos requiere. El asunto parece baladí, pero es
importantísimo; ya ve usted, se trata de la conservación de los documentos del
Ministerio…
-Los documentos del
Ministerio, ¿qué duda cabe de que es cosa de mucha importancia?
-Tan es así, que yo
había pensado proponer a usted la creación de un nuevo destino en la plantilla
del Ministerio.
-¿Cuál destino?
-El de un oficial
que se encargase exclusivamente de tan importante y delicado servicio, con
algunos individuos a sus órdenes; así tendríamos a quién hacer responsable de
toda roedura ratonil en los documentos.
Lo de la responsabilidad terminó
de convencer al Ministro, y se creó la plaza de oficial interventor de gatos
del Ministerio de la Guerra para Tirabeque.
Ascendió Tirabeque a capitán, y
acto seguido salió en el Diario Oficial una disposición elevando a la
categoría de capitán la plaza de interventor de gatos para el Ministerio, la
cual seguiría ocupando el mismo Tirabeque que, en justicia, lo merecía, pues
desempeñaba el cargo a maravilla y se había revelado como gran especialista en
el asunto. Igualmente se procedió cuando Tirabeque ascendió a comandante, y
para que la categoría de jefe guardara relación con la importancia del cargo,
se dio a este más amplitud nombrando a Tirabeque inspector, no solamente de los
gatos de Ministerio, sino también de cuantos gatos hubiese en los cuarteles y
Centros militares de la Corte. Debo hacer constar que el comandante Tirabeque
trabajaba con fe y sin descanso; había hecho un estudio concienzudo de todas
las razas de gatos, de las costumbres de éstos, de sus enfermedades y medios
para curarlas y prevenirlas, reproducción de la especie, lo mismo en Enero que
los demás meses del año, y objetos a los que los morrongos muestran preferencia
para jugar.
Así fue tirando Tirabeque hasta
llegar a coronel. Entonces se dispuso un Negociado especial con un comandante,
dos capitanes y cuatro oficiales a las órdenes de Tirabeque.
Todo esto era indispensable para
el servicio, pues anexa a este Negociado había una escuela adonde se hacía
venir de provincias, incluso de Baleares y Canarias, dos o tres soldados de
cada regimiento a instruirse en la manera de cortar la cordilla[20],
dar de comer y beber a los gatos, y demás cuidados que éstos necesitan, cosa
que solamente en Madrid y bajo la dirección de Tirabeque podía enseñarse a la
perfección.
Debo advertirle que en este
Negociado nadie estaba ocioso; se trabajaba, y mucho; allí se llevaba una
estadística minuciosa de los gatos: nombre, edad, color del pelo, raza, fecha
en que hicieron su primera caza, número de ratones cazados, y circunstancias
especiales de cada minino, para lo cual se ordenó que en todos los regimientos
y Centros militares de España enviasen a este Negociado una relación mensual,
otra trimestral y otra anual, con todos los datos necesarios. Yo quedé
encantado una vez que visité a Tirabeque en su oficina: estaban terminando la
confección de un mapa de España, donde las diferentes intensidades de las
aguadas de carmín indicaban la mayor o menor producción de gatos en las
diversas regiones. Una labor tremenda. Por las paredes tenía usted fotografías
de Mizifuf, Zapirón, Zapaquilda y demás celebridades gatunas, y gráficos
murales indicadores de cómo habían ido disminuyendo los ratones en los
edificios militares desde la fundación del Negociado hasta la fecha.
Entonces me enteré de un detalle
muy curioso, que yo desconocía y Tirabeque había descubierto: estudiando los
gatos, observó y comprobó que todo gato cuyo pelo es de grandes manchas, bien
definidas, amarillas, negras y blancas, no es gato, sino gata. Esto le valió
una cruz pensionada.
-Y ese Negociado,
¿continúa?
-No, señor; al
pasar Tirabeque a la situación de retirado, se suprimió, alegando que ahora,
con el empleo de los foxterriers, ya no hacen falta los gatos.
-Ahora lo que está
indicado es la creación de un negociado de foxterriers.
-No diré que no lo
creen: cuando salga de las Academias otro Tirabeque.
[1]
CACHIMBO: palabra ya antigua a
mediados del siglo XIX, y con varios significados. Para esta apostilla, tomo la
descripción “Pipa de fumar ordinaria y tosca, en especial la que usan los
negros viejos”. Casi al tiempo que Pablo Parellada publicó esta novela MEMORIAS
DE UN SIETEMESINO, firmó con su ‘Melitón González’ el cuento TRES
ENGAÑADOS en la revista BLANCO Y NEGRO, 28-12-1919, páginas 19 a 21;
ambientada en la Cuba ocupada por EEUU tras el Desastre de 1898, que inicia con
“En la ciudad de la Habana malvivía un negro sucio y harapiento, nominado
Cachimbo y apellidado Sánchez (…)”; cuento que recomendamos leer, y termina
con esta moraleja :"Las naciones no mejoran variando su forma de
Gobierno, sino cambiando el modo de ser de los ciudadanos. Apréndala y téngala
presente quien la ignore en España."
[2]
El redactor de estas apostillas, por razones razonables que ahora no cuento,
cree que se trata de la Academia de Ingenieros, en Guadalajara.
[3]
Un entremés en un Acto y en prosa de Pablo Parellada, estrenado en el Teatro
Lara en 1913: REPASO
DE EXAMEN. Ambientado en Toledo, un alumno de Infantería, perdigón de
tercero, se aloja en una casa de huéspedes, y el sereno lo despierta por
encargo a las tres de la madrugada porque hay que amarrar (como dicen los
cadetes), empollar y apistonarse para el examen.
[4]
TIRABEQUE no es un apellido real. Un TIRABEQUE es un tirachinas. Al oficial
Tirabeque le precedió con tal nombre un personaje ficticio, un lego del popular
Fray Gerundio;
y en los años del Sexenio Revolucionario y la I República, época en la que
suceden estas páginas, fue un periódico semanal SATÍRICO-POLÍTICO-BURLESCO, Y
ALGO MÁS. El Coronel TIRABEQUE de esta novela se retiró en 1873, y aparece para
nuestro divertimento en los capítulos VIII. DOS REYES DE ESPAÑA NO MENCIONADOS
POR LA HISTORIA, X. CADETE. ALFÉREZ, y sobre todo en XI. CÓMO SE INVENTÓ UN
DESTINO (ESPECIAL E INNECESARIO) de esta novela.
[5]
El redactor de las apostillas a pie de página de esta novela considera
razonable que Tirabeque fue cadete en la Academia… de Ingenieros, en
Guadalajara.
[6]
El Diccionario de autoridades de 1737 define la PESETA como «la pieza que vale
dos reales de plata de moneda provincial, formada de figura redonda. Es voz
modernamente introducida». El 19 de octubre de 1868, el ministro de Hacienda
del Gobierno provisional del general Serrano, Laureano Figuerola, firmó el
decreto por el que se implantaba la peseta como unidad monetaria nacional,
sustituyendo al escudo como tal. Su introducción estuvo determinada por razones
políticas, borrar los vestigios de la monarquía borbónica (derrocada el 30 de
septiembre de ese año con el triunfo de La Gloriosa) en las piezas al uso al
mismo tiempo; y económicas, al entrar en vigor oficialmente el sistema métrico
decimal en el contexto de la Unión Monetaria Latina.
[7]
De manera general, se estima que los loros en libertad pueden vivir alrededor
de 60 años, mientras que en cautividad, unos 80 años, por lo que quien decide
tener uno como mascota ha de ser consciente de que mantendrá un compromiso de
por vida.
[9]
PERDIGÓN: De perder. 3 m. coloq.
En las academias militares y otros centros docentes, alumno que ha perdido el
curso. Sin.: repetidor, repitiente.
[10]
CRUZ . Distincion concedida por algún mérito de guerra ó por años de servicio.
Condecoración.
[11]
El MÉTODO OLLENDORF: en esta novela leemos cómo se aplica en la milicia, en los
capítulos VIII. DOS REYES DE ESPAÑA NO MENCIONADOS POR LA HISTORIA y XIX. EN
SAN MIGUEL DE NUEVITAS.
El lingüista alemán Heinrich Gottfried Ollendorff
(1802 – 1865) fue el creador en el siglo XIX de un revolucionario método de
aprendizaje de idiomas; consistía en enseñar una lengua de una forma peculiar.
Mientras la estructura sintáctica de la oración fuera correcta no importaba el
significado. De tal forma que las conversaciones podían no tener sentido,
aunque fueran correctas. La pregunta podía no tener nada que ver con la
respuesta. La comunicación con este método era complicada y aunque, a la larga
el estudiante podía aprender la lengua de forma más natural, a corto plazo no
podía comunicarse con soltura.
[12]
TIRABEQUE no es un apellido real. Un TIRABEQUE es un tirachinas. Al oficial
Tirabeque le precedió con tal nombre un personaje ficticio, un lego del popular
Fray Gerundio;
y en los años del Sexenio Revolucionario y la I República, época en la que
suceden estas páginas, fue un periódico semanal SATÍRICO-POLÍTICO-BURLESCO, Y
ALGO MÁS. El Coronel TIRABEQUE de esta novela se retiró en 1873, y aparece para
nuestro divertimento en los capítulos VIII. DOS REYES DE ESPAÑA NO MENCIONADOS
POR LA HISTORIA, X. CADETE. ALFÉREZ, y sobre todo en XI. CÓMO SE INVENTÓ UN
DESTINO (ESPECIAL E INNECESARIO) de esta novela.
[13]
Abdülaziz I era el sultán del Imperio Otomano en el periodo comprendido entre
1861 y 1876, cuando pasa a retiro el Coronel Tirabeque.
[14]
La tercera guerra carlista fue una guerra civil que tuvo lugar en España de
1872 a 1876, entre los partidarios de Carlos, duque de Madrid, pretendiente
carlista al trono, y los gobiernos de Amadeo I, de la I República y de Alfonso
XII.
[15]
Posiblemente un personaje ficticio. El autor de esta novela, don Pablo
Parellada, nació en Valls (Tarragona).
[16]“Mandúcome
frumen”: Juego de palabras que hace Pablo Parellada con Manduca y Manduco me flumen, “latinajo”
que no tiene traducción y que querría significar “¡cómo me río!”
Y va de cuento: hemos leído que éranse cuatro
estudiantes de una Universidad de España que, encontrándose sin un céntimo,
dispusieron que uno de ellos “se enfermara”, para que sus familiares le
mandaran dinero.
Pero los familiares pensaron que sería mejor venir, y
cuando estaban de visita, los tres compañeros del enfermo comenzaron a presumir
de mucho latín; “De hac si non est pallium”,
dijo el primero, es decir, “De esta si no es capa”,
queriendo decir “De esta sí no escapa”.
“Non redibit in epistolam
alienam”, sentenció el segundo, “No volverá
a carta ajena”, en lugar de “no volverá a
Cartagena”, su tierra natal.
El tercero, dándose cuenta de que sus compañeros
estaban desbarrando de lo lindo, lanzó esta exclamación: “Manduco me flumen illorum!” “Cómome río de ellos” en lugar de “Cómo me río de ellos”.
Desde entonces, cada vez que algún pretencioso está
disparatando horriblemente, en la creencia de que está quedando muy bien, se
acostumbra decir “Manduco me flumen”, que como hemos dicho, no
tiene traducción y que se forma con estas tres palabras: “Manduco”, “como”
del verbo comer; “me” acusativo del pronombre “ego”, es decir, a mi;
“flumen”, el río.
[17]
Advertimos de la coincidencia buscada por
PABLO PARELLADA, autor de esta
novela publicada en 1919, MEMORIAS DE UN SIETEMESINO: En su popular monólogo en
verso LAS CHIMENEAS, publicado en 1917 y conocido como LA RAZÓN OFICIAL, se cuentan
las vicisitudes de los coroneles SAVIRÓN (Ingeniero Comandante de la plaza de
Gijón) y PALAREAS (en Valencia); quienes, al igual que con el coronel TIRABEQUE
en esta novela, nos recuerdan que “En cuestiones de criterio huelga toda
discusión; siempre tiene la razón el que está en el Ministerio.”
[19]
TIRABEQUE no es un apellido real. Un TIRABEQUE es un tirachinas. Al oficial
Tirabeque le precedió con tal nombre un personaje ficticio, un lego del popular
Fray Gerundio;
y en los años del Sexenio Revolucionario y la I República, época en la que
suceden estas páginas, fue un periódico semanal SATÍRICO-POLÍTICO-BURLESCO, Y
ALGO MÁS.