“No puedo contestarte a eso, Sócrates, porque no lo entiendo”. CRITÓN
Las tropas marchan en formación. A pie y sin dinero, marciales, arma terciada; marcan el paso ligero mientras cantan “a-quí-la-más-prin-ci-pal-ha-za-ña-es-o-be-de-ce-er (…)”.
APOSTILLAS AL VERSO DE CALDERÓN
VERSOS DE CALDERÓN
Don Pedro Calderón de la Barca es fecundo en versos sobre la Milicia y quienes en ella sirven. Así en Flandes, cuando tocan cajas al formar ciento y noventa banderas en una plaza de armas y el marqués Espínola pregunta de qué naciones son aquellos soldados, propias y extranjeras; responde prolijamente el capitán Alonso Ladrón, y señalando a unos, informa:
Estos son españoles. Ahora puedo hablar, encareciendo estos soldados, y sin temor; pues sufren a pie quedo, con un semblante, bien o mal pagados.
Nunca la sombra vil vieron del miedo, y aunque soberbios son, son reportados.
Todo lo sufren en cualquier asalto, sólo no sufren que les hablen alto.
Mas es otro el reconocido y llamado “El Verso de Calderón y la Milicia”, una canción inspirada en varias estrofas entresacadas de la comedia “Para vencer a amor, querer vencerle”, compuesta siglos después para marcar el ritmo a paso ligero de quienes vistieron uniforme, cualesquiera fuese su condición, compromiso o vocación.
La trama de la comedia famosa es de enredo, no castrense, y sucede en lugares del norte de la Italia, estimamos que circa 1452. Se supone escrita en 1635, cuando culmina Diego Rodríguez de Silva su lienzo “Las Lanzas”, y a poco de caer el Capitán Alatriste en el desfavor del Conde Duque.
Intervienen personas que existieron y eran reconocibles por el público de entonces: el Emperador Federico III de Habsburgo, don César Colona, y un Barón de Brisac de los muchos citados en el teatro del Siglo de Oro; también hablan personajes ficticios, necesarios para escuchar las enseñanzas de aquellos y lograr la complicación argumental metiendo cizaña o provocando situaciones cómicas: madama Margarita, el “gracioso” Espelosín, y otros.
La redacción de los versos ha sido alterada en las imprentas de siglos sucesivos; hay diferencias al comparar las ediciones con las estrofas pintadas sobre azulejo en los cuarteles o lo divulgado en la Internet.
Sólo en la Jornada Primera de la comedia citada hallamos momentos de interés militar. La escena XII describe un ejército en campaña fuera del territorio de Ferrara; el diálogo del Emperador con el Barón finaliza con esta lección aprendida, aún vigente:
caballería así e infantería las manos se han de dar; porque en el día que vayan desunidas, verse es cierto del ejército el cuerpo descubierto.
Avisamos al lector que “El Verso de Calderón [y la Milicia]” no se refiere explícitamente a soldados de los Tercios, y es parte de la conversación habida entre una persona de calidad y un mancebo, objetor sobrevenido que se niega a acudir cuando oyen tocar al arma.
EL VERSO DE CALDERÓN
En el Renacimiento los jóvenes mancebos, al igual que muchos de después, pensaban más en folgar y el galanteo, y menos en el servicio bajo las banderas. En la escena XIV Espelosín objeta reiteradamente a don César Colona, quién por ende ha de disertar sobre lo que la Milicia es.
Leamos con atención lo sucedido durante el ataque nocturno al campamento, y cómo se enaltece primero el emular la gloria de Aquiles:
Tocan al arma y salen don César, Espolín, Celio y Lisardo, vestidos de soldados.
César. A buena ocasión llegamos, pues que poniendo se halla el Exército en batalla, para que a un tiempo podamos vivir, ganando opinión, o morir dejando fama.
Espelosín. ¿Eso aquí es lo que se llama llegar a buena ocasión?
César. Pues, ¿qué mejor, si primero (ya que en la campaña estoy) que diga el labio quién soy, puede decirlo el acero?
Espelosín. No sé; pero la ocasión buena, y aún rebuena fuera, si alguna paga se diera, o algún pan de munición.
Tras este intercambio de razonables razones entre quienes son de tan distinta condición, llegan un aviso y su inmediata réplica:
César. Advierte, Espelosín, que más no hables de burlas; que aquí no se sufre.
Espelosín. ¿Cómo así?
Continúa el diálogo entre tan dispares puntos de vista. La persona de calidad alude a la Res Publica de Platón como corresponde a un hombre culto de su siglo, y sin hablar alto responde al altivo mancebo con estas aladas palabras:
César. Oye, y sabrás donde estás.
Ese Exército que ves, bajo el hielo y el calor, la república mejor, y más política es del Mundo. Aquí nadie espere que ser preferido pueda por la nobleza que hereda sino por la que el adquiere.
Porque aquí a la sangre excede el lugar que uno se hace, y sin mirar cómo nace, se mira como procede.
Aquí la necesidad no es infamia; y si es honrado, pobre, y desnudo un soldado, tiene mayor calidad que el más galán, y lucido; porque aquí, a lo que sospecho, no adorna el vestido al pecho, que el pecho adorna al vestido.
No aquí en la arrogancia crece de nadie el crédito, pues aquí el más valiente es el que menos lo parece.
Y así, de modestia llenos, a los más viejos verás, tratando de serlo más y de parecerlo menos.
Esa reflexión sobre la justicia, expresada en la Milicia como sociedad ideal, es seguida de la virtud que el soldado se ha de esforzar en alcanzar, la disciplina, con las cualidades personales y actitudes a tal fin deseables:
César. Aquí la más singular hazaña es obedecer; y el modo de merecer, es, no pedir, ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía, la fineza, la amistad, el buen trato, la verdad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad, y la obediencia, fama, honor, y gloria, en fin, son caudal de pobres soldados: que en buena, o mala fortuna, la Milicia, no es más que una religión de hombres honrados.
Y aun así replica el objetor; de conciencia o conveniencia, de palabra y obra:
Espelosín. Pues, Señor, aunque es tan bella, y su bien es tan inmenso, quédate a Dios; que no pienso hacer profesión en ella.
Ni quiero fama, ni quiero matarme antes, ni después, por todo lo que no es mi moza, ni mi dinero.
Haz tú tu fama infinita; que yo desde aquí me he de ir.
Y el mancebo Espelosín, cuando tocan caja y clarín, oye dentro el ruido de armas, y como tenía poca gana cuando tenía mucho miedo, y porque tenía también todo el valor que no tenía, vase a acoger al bagaje. Advertimos al lector que sin consecuencias disciplinarias inmediatas.
COMO CRITÓN Y SÓCRATES
Don Alonso Quijano topó con un mancebito que cantaba una seguidilla que decía: “A la guerra me lleva mi necesidad; si tuviera dineros, no fuera, en verdad”. Caminaba espada sobre el hombro con un hatillo de ropa sujeto, sin ventaja alguna y estando en la pobreza; iba para asentar plaza en unas compañías de infantería que se decía embarcarían en Cartagena, como antes hizo el soldado español Miguel de Castro. Quería tener por amo y por señor al rey, y servirle en la guerra, que no a un pelón en la corte; pues por desventurado sirvió siempre a catarriberas y a gente advenediza.
Cervantes lo cuenta en una novela, impresa cuatro lustros antes de escrita la comedia “Para vencer a amor, querer vencerle”.
El “Verso de Calderón y la Milicia” es un diálogo socrático entre un noble con la razón de su monarca, y un mancebo que expone sus objeciones con la mentalidad de su siglo; mientras, oyen entrechocar aceros de seis jemes de largo.
César Colona se refiere sucesivamente al Valor heroico, al Exército como ideal de organización justa y deseable, y la Obediencia a la que el soldado se debe y con la se esforzará en alcanzar la virtud de la Disciplina.
Para Espelosín es fundamental como individuo lo que para el “statu quo” de entonces era irrelevante; por ende, su rol de réplica y objeción en la comedia permite al aristócrata comunicar lo que el pueblo llano debe oír.
Representada a sus Magestades en el Salón de su Real Palacio en 1650, ese diálogo de iguales entre quienes eran desiguales, y el hecho de que el mancebo desoyese a quién debía y se fuese cuando no debía, sólo era admisible mediante representación en un corral de comedias y con vigilancia de alguaciles, y porque la trama transcurría en un tiempo y lugar entonces ajenos y distantes al “Felipo poderoso, Cuarto Planeta de la luz del día”. Para que así fuesen conscientes de sus deberes quienes eran “nasio para servir a la Religión y a su Rey”; y también su madre, si la conociesen. Pues disculpar motines no motiva provecho ni deleite.
Siglos después, el coronel de Ingenieros D. Pablo Parellada, conocedor del Verso de Calderón, escribió su opúsculo “La Razón Oficial”, donde concluía: “En cuestiones de criterio huelga toda discusión: siempre tiene la razón el que está en el Ministerio”.
COLOFÓN
El desenlace, en la tercera jornada, es feliz: el uno encerrado en una torre (quien tenía que ser, claro), con aprobación tácita del público que acude al corral de comedias y para su ejemplo; y los otros y las otras, con compromiso de boda.
Repase el amable lector el diálogo entre don César Colona y el gracioso Espelosín, y acuda a la Biblioteca a disfrutar de la comedia y buscar los párrafos que nuestra torpe mano se cansó de copiar; adivine si puede cuál de las dos jóvenes se casa con el caballero protagonista, busque las diferencias entre el Verso de Calderón que ha cantado con un fusil en las manos y las ediciones de 1654 y 1715, y reflexione después sobre si los que eran en aquel entonces y los que ahora son, somos personas tan diferentes en las maneras de entender la Milicia.
BIBLIOGRAFÍA
PEDRO CALDERON DE LA BARCA. “ Para vencer a amor, querer vencerle"
PEDRO CALDERON DE LA BARCA. “El sitio de Bredá”.
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA. “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Segunda parte”.
PLATÓN. “Critón, o del deber del ciudadano”.