"Las Cuentas del Gran Capitán" en comedias para ser representadas en el teatro

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“ Parece que se lee un cuento hecho a placer para tachar la ingratitud y avaricia del Rey ; pero los historiadores de aquel tiempo lo aseguran, la tradición lo ha conservado, se ha solemnizado en el teatro, y las cuentas del Gran Capitán han pasado en proverbio.” (MANUEL JOSÉ QUINTANA, 1827)"

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Son dos las comedias que con el título “LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN” fueron representadas en el teatro.

  

1 Las cuentas del Gran Capitán / Lope de Vega. En Madrid, 1638.

2 Las cuentas del Gran Capitán : comedia famosa / de don Joseph de Cañizares. Impresa en Valencia, 1763.

Reinando Felipe IV, frey Lope de Vega Carpio (1562 – 1635) escribió en su vejez una comedia anecdótica, “Las Cuentas del Gran Capitán”, publicada póstumamente, basada en el hecho histórico del viaje del Rey Católico a Nápoles en 1506, en el dicho vulgar de las cuentas de los gastos habidos por el Gran Capitán en la segunda campaña de Italia, y en las infundadas sospechas que Fernando tuvo de la lealtad de Gonzalo, y que fueron labrando en él hasta engendrar el desvío con que le trató en los últimos años.

Reinando Carlos II, el  joven oficial de Caballería don Joseph de Cañizares (1676-1750) escribió “Las Cuentas del Gran Capitán”, una comedia famosa y disparatada, y plagio descarado de la comedia de Lope de Vega del mismo título, a la que suplantó por los gustos del público.

Reinando Fernando VII, la comedia de Cañizares, aún muy popular, seguía representándose.

En ella, Gonzalo finaliza su Descargo con estas aladas palabras: “De paciencia de que aguantar á que el Rey mande, que cuentas dé quien se precia tan desinteresado, que ha vendido sus preseas, su plata y su patrimonio, por sustentarle sin quejas sus Tropas, á quien no ha dado pagas, premios ni asistencias, y él sabe”.

LAS COMEDIAS DE  “LAS CUENTAS DEL  GRAN CAPITÁN”

Comedia: “Las Cuentas del gran Capitán”, de Lope de Vega (1562-1635).

Comedia “Las Cuentas del gran Capitán”, de Joseph de Cañizares (1676-1750).

Acto III.

PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA: Diego García de Paredes, el Sansón extremeño; Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán; Fernando II de Aragón, El Católico; y dos Contadores.

Acto III. 

PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA: Diego García de Paredes, el Sansón extremeño; Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán; Fernando II de Aragón, El Católico; Ascanio Colona; y, Don Fabricio.

(Sale el GRAN CAPITÁN y dos contadores. Descúbrese una mesa, silla, libros y recado de escribir.)

 

 

CAPITÁN Estos los papeles son.

CONTADOR          Y estos los libros, aquí se siente vuestra Excelencia.

GARCÍA   Y aquí he de tener paciencia: ¿papelejos? Pesia a mí. ¡Ved cómo se van sentando! ¡Ved los librazos que hojean!, que aquestas las hojas sean, que estuvieron relumbrando cuando este Reino ganó. ¿El Duque de Sesa, cielos, con tanta sangre y desvelos? ¿Y que la fama escribió por tan estraños caminos, su historia en libros de cuentas, y no con plumas atentas en sus anales divinos? ¡Ved, que Livio escribe aquí,    o que Cornelio discreto! Aunque ya pudiera ser, que aquí estuviese Cornelio; que en las cortes de los reyes hay muchos Tácitos destos. Mas no importa, que algún día, sino propios, estranjeros, escribirán tus hazañas y tus soberanos hechos. Siempre fue España infeliz en historias, siendo cuya espada dio a la pluma más levantados sujetos. El que está sentado allí, diera a Jenofonte griego, diera a Tranquilo romano materia a libros eternos; no a los de cuentas del Rey, porque no han de contar ellos valor, de quien tiembla el mundo, y que le ha dado tres reinos.

CONTADOR          Hácesele a Vueselencia cargo.

GARCÍA   Ya comienza el pleito.

CONTADOR             De seis mil escudos de oro, que en Valladolid le dieron; otros diez mil en Madrid, y veinte mil en Toledo. A Nápoles se enviaron con el Capitán Vivero ocho mil; y en Alejandría unos honrados hebreos.

GARCÍA   ¿Hebreos y honrados? Miente a pagar de mi dinero, aunque sus parientes sean. Porque después que pusieron a Dios en tantos trabajos; de manera los ha puesto, que no tienen en el mundo, honra, ciudad, rey ni reino. Y voto a Dios, que si tomo aquel librazo de enmedio, que le aturda la cabeza, porque honre el majadero a quien Dios quitó la honra. 

CAPITÁN Señor Contador, dejemos partidas de diez y veinte: ¿no hay suma?

CONTADOR           Aquí lo veremos, que por la plana de atrás suma este folio primero.

GARCÍA   ¿Hay mayor bellaquería?, ¿plana de atrás?, ¿qué es aquesto? ¿Cuándo Gonzalo Fernández volvió atrás?

CAPITÁN Dejad los pliegos, y vengamos a las sumas.

GARCÍA   Que palos diera yo en estos en las dos planas de atrás.

[CONTADOR] 2.º    Pues que gusta de saberlo vuestra Excelencia, señor, que bien se ve por sus hechos la cólera que ha tenido, suman los cargos docientos y sesenta mil escudos.

CAPITÁN No más.

[CONTADOR] 2.º    ¿Es poco?

CAPITÁN No creo que tal reino en todo el mundo se haya ganado con menos.

GARCÍA   Yo se lo voto a los diablos; y que sustento y dinero               se quitaba a cuchilladas, y que enemigos le dieron.

CAPITÁN También traigo yo papel: vayan, vayan escribiendo.

 (Saca un papel.)

GARCÍA   ¿Papel el gran Capitán? Acabose: vive el cielo, que quiere acabarse el mundo.

CAPITÁN (Lee.) Memoria de lo que tengo gastado en estas conquistas, que me cuestan sangre y sueño, y algunas canas también.

GARCÍA   Allá decía un discreto, que no venían por años, ni las canas ni los cuernos. Vese claro, pues el Sol tiene de edad lo que el tiempo, y se está tan boquirrubio, como cada día le vemos. La Luna está toda cana desde niña, y le salieron         

cuernos aquel mismo día.

CAPITÁN Primeramente se dieron a espías ciento y sesenta mil ducados.

CONTADOR           ¡Santos cielos!

CAPITÁN ¿Qué os espantáis? Bien parece que sois en la guerra nuevo. Más cuarenta mil ducados de misas.

[CONTADOR] 2.º    Pues, ¿a qué efeto?

CAPITÁN A efeto de que sin Dios no puede haber buen suceso.

GARCÍA   Y como, demás que entonces     andando todo revuelto, no se hallaba un capellán por un ojo.

CONTADOR           Al paso desto,           yo aseguro que le alcance.

CAPITÁN Como se va el Rey huyendo de tantas obligaciones,      quiero alcanzarle y no puedo. Más ochenta mil ducados de pólvora.

[CONTADOR] 2.º    Ya podemos dejar la cuenta.

GARCÍA   Bien hacen: temerosos son del fuego.

CAPITÁN Escuchen por vida mía. Más veinte mil y quinientos y sesenta y tres ducados, y cuatro reales y medio, que pagué a portes de cartas.

CONTADOR          ¡Jesús!

GARCÍA   ¡San Blas!

CAPITÁN Y en correos, que llevaban cada día a España infinitos pliegos.

GARCÍA   Vive Dios, que se le olvidan más de doce mil que fueron a Granada y a otras partes; y aún era tan recio el tiempo, que se morían más postas que tienen las cuentas ceros.

CAPITÁN Más de dar a sacristanes que las campanas tañeron por las vitorias que Dios fue servido concedernos, seis mil ducados y treinta y seis reales.

GARCÍA   Sí, que fueron infinitas las vitorias, y andaban siempre tañendo.

CAPITÁN Más de limosnas a pobres soldados, curar enfermos, y llevarlos a caballo, treinta mil y cuatrocientos y cuarenta y seis escudos.

CONTADOR          No solo satisfaciendo va vuestra Excelencia al Rey, más que no podrá sospecho pagarle con cuanto tiene. Suplícole que dejemos las cuentas, que quiero hablarle.

(Levántanse.)

CAPITÁN Pues García, ¿qué hay de nuevo?

GARCÍA   Que mandó prender el Rey a don Juan.

CAPITÁN Cierto.

GARCÍA   Tan cierto que lo vi con estos ojos.           

CAPITÁN La causa ya la sospecho: voyle a hablar de veras.         GARCÍA   Yo no quise hacer lo que suelo, que el Capitán de la Guarda es mi amigo y vuestro deudo. Pero aquestos contadores, no fuera bien, que al infierno fueran a contar, que yo los metí cuatro cuadernos destos de plana de atrás, dentro de los mismos sesos.

(Vanse los dos.)

CONTADOR          ¿Qué os parece?

[CONTADOR] 2.º    Que estoy maravillado de ver el gasto.        

CONTADOR           El Rey.

(Sale el REY DON FERNANDO.)

FERNANDO            Pues ¿qué hay de cuentas con el gran Capitán?

[CONTADOR] 2.º    Que las ha dado, mas yo no sé lo que con él intentas. De espías y de misas ha gastado más que le has dado. 

FERNANDO            Pues, ¿las misas cuentas?

CONTADOR          Dice que no hay sin Dios buenos sucesos.

FERNANDO            Tiene razón.

[CONTADOR] 2.º    Con un millón de excesos alcanza en dos partidas tan notorias, que solo en sacristanes que tañeron  a las fiestas, señor, de sus vitorias, seis mil ducados cuenta que les dieron,           sin más treinta y seis reales.        

FERNANDO            Justas glorias alegrías y fiestas merecieron.        [CONTADOR] 2.º    Pues de espías, señor, nos dio sumados.

FERNANDO            ¿Cuánto?

[CONTADOR] 2.º    Ciento y sesenta mil ducados. De pólvora es locura lo que cuenta.

FERNANDO            Debe de castigar malos deseos.

CONTADOR          Veinte mil y quinientos y sesenta y tres ducados cuenta de correos, y añade cuatro reales a esta cuenta para justificarla.

FERNANDO            Sus trofeos dan voces contra tanta envidia fiera.

CONTADOR           Si oyeras a García de Paredes contar, como las postas se morían, sospecho que le hicieras mil mercedes.

(…)

Descúbrense sentados Don Gonzalo, Ascanio y Don Fabricio junto á  una mesa, que tendrá algunos papeles y recado de escribir.

 

GONZALO.            Lee le cargo.

ASCANIO.               Dividiónos la obscura noche funesta.        

FABRICIO.               Raro engaño! y pues el Rey nos encarga esta asistencia, después::-

GONZALO.            Con quién hablo? el cargo os he dicho que se lea.

FABRICIO.               Ya os obedezco.

GONZALO.            Cuidado, que gasto poca paciencia.

FABRICIO.               Ciento y treinta mil ducados se so remitieron de letras de Valladolid.

GONZALO.            Es cierto.

FABRICIO.               Con el Capitán Requena ocho mil pesos; mal digo, ochenta mil.

 GONZALO.           Que lo sean, que para el buen pagador lo mismo es ocho, que ochentas adelante.

FABRICIO.               De Calabria, contribuciones y rentas montan tres Millones y once mil.

 GONZALO.           Jesu Christo, que flema! no hay suma?

 FABRICIO.              Sí señor, y aquí al pie de demuestra.

GONZALO.            Vamos a ver que resulta de alcance en aquestas cuentas.

FABRICIO.               Trece millones de escudos.

GONZALO.            Y no mas que esa miseria? mas se han comido las Tropas tanto tiempo á costa agena, y en País contrario; gracias a mi buena diligencia: el Libro.

Al paño DIEGO GARCÍA.        Qué es lo que veo? el Gran Capitán hojéa libros! serán las historias de sus azañas inmensas.

GONZALO.            También yo traigo papeles: escribid. Escribe D. FABRICIO en el Libro,

GARCÍA.  Yo les metiera en la cabeza los libros, y era data breve y recia.

GONZALO.            Memoria de lo gastado en conquistas, que me cuestan sangre, vigilias y sustos.

FABRICIO.               Ya está: diga Vuecelencia.

GONZALO.            Dos millones en espías.

ASCANIO.               Tanta suma?

GONZALO.            Y es pequeña: por falta de espías suelen perderse grandes empresas: era menester pagarlas, para que después volvieran, que no dan las victorias, le van abriendo las sendas.

FABRICIO.               Ya está.

GONZALO.            De pólvora y balas cien mil ducados.

FABRICIO.               Pudieran comprarse muchas.

 GONZALO.           Sabed, que aprovechamos las mesmas, que nos tiró el enemigo; tantas y tan grandes eran, que si no, gastasen tantas, que no tiene el Rey hacienda para pagarlas.

GARCÍA.  Yo sé, que si los dos de la mesa estuvieran en filas, tan de espacio no estuvieran.

GONZALO.            En guantes de ambar diez mil ducados.

FABRICIO.               Habláis de veras?

GONZALO.            Escriba lo que le digo: pues después de una refriega, en que veinte o siete mil muertos en el Campo quedan, y encima de ellos nosotros, para evitar que nos diera una peste el mal olor, fue justa providencia darles guantes, y que ya no coman, que no olieran? Usted, señor Comisario, nunca ha olido carne muerta?

FABRICIO.               No señor.

GONZALO.            Bien se conoce: prosiga Ciento y setenta mil ducados en aderezos de campanas.

ASCANIO.               Esta es nueva práctica.

GONZALO.            Si cada día una victoria celebran del Rey, se dieron tal prisa los Sacristanes á hacerlas pedazos, que fue preciso renovar á las Iglesias las antiguas, y aun hacer para el caso algunas nuevas.

GARCÍA.  Y no se cuentan los tiros, que en las salvas se revientan.

GONZALO.            Para emborrachar a las Tropas el día de la pelea, medio millón de aguardiente.

FABRICIO.               Prevención extraña.

GONZALO.            Y cuerda: pues cómo quería usted, que la cara descubierta fueran á beber la muerte, porque un hombre se lo ordena, hombres comunes (que al noble es su honra el que le lleva) sino es estando borrachos? que en su juicio no lo hicieran.

ASCANIO.               Dicen bien. 

GARCÍA.  Ir á morir, ahí es una vagatela.

GONZALO.            La cura de los heridos prisioneros de una guerra tan larga, millón y medio, y otros dos, porque nos diera Dios buena fortuna, en Misa, que sin Dios nada se acierta: tres millones en sufragios.

FABRICIO.               Sufragios?

GONZALO.            Pues el que queda muerto, no basta que haya pasado con las miserias de Soldado, un Purgatorio en vida que es tan molesta?

ASCANIO.               Bien decís.

Al paño del Rey.  REY.            Aquí está el Duque [de Alanzón]; la hora de embarcarnos llega, y he de llevarle conmigo.

FABRICIO.               Señor, ya crece la cuenta tanto, que alcanzáis al Rey en mucho caudal.

GONZALO.            Aún queda más: poned ahí cien mil cuentos.

FABRICIO.               De qué, señor?

Levántase, y arroja la mesa.

GONZALO.            De paciencia de que aguantar á que el Rey mande, que cuentas dé quien se precia tan desinteresado, que ha vendido sus preseas, su plata y su patrimonio, por sustentarle sin quejas sus Tropas, á quien no ha dado pagas, premios ni asistencias, y él sabe::-

Sale el Rey.

REY.        Así es verdad: pero he querido que vean vuestra integridad aquellos, que de acusaros no dexan: treinta mil pesos os doy sobre Nápoles de renta.

GONZALO.            Señor, con que por servido os deis, tengo harto.

(…)

 


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Siendo María Cristina de Habsburgo-Lorena la reina regente de su hijo Alfonso, Don Marcelino Menéndez Pelayo (1856 – 1912) estudió y comparó ambas comedias en su obra “Estudios sobre el teatro de Lope de Vega”.


Comentarios de D. Marcelino Menéndez Pelayo a las comedias para ser representadas en el teatro de título

“LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN”

COMEDIA DE LOPE DE VEGA, s. XVII

COMEDIA DE JOSÉ DE CAÑIZARES, s. XVIII

Las cuentas del Gran Capitán, escrita en la vejez de Lope de Vega, no sólo tiene la corrección de estilo propia de sus últimas obras, sino una acción bastante sencilla, que en realidad se concreta a un momento solo de la vida de Gonzalo.

Lope comprendió esta vez que las grandes campañas de su héroe, la conquista de Nápoles, los triunfos de Ceriñola y el Garellano, que cambiaron la faz del arte de la guerra en el Renacimiento, no eran materia dramática, sino épica.

Prescindió, pues, de batallas y asedios, y en vez de una comedia de espectáculo, hizo una comedia anecdótica, basada en el dicho vulgar de las cuentas , en el hecho histórico del viaje del Rey Católico a Nápoles en 1506, y en las infundadas sospechas que tuvo de la lealtad de Gonzalo, y que fueron labrando en él hasta engendrar el desvío con que le trató en los últimos años.

El fondo histórico de esta comedia, que se reduce a la entrada del Rey en Nápoles, puede estar tomado de la Crónica llamada las dos Conquistas del reyno de Nápoles,  voluminosa compilación de autor anónimo, que por un fraude editorial fué atribuida a Hernán Pérez del Pulgar, autor de otra crónica o más bien breve suma de los hechos del mismo glorioso caudillo.

 Las Cuentas son una invención vulgar, pero, según acontece con todas las anécdotas famosas, tiene ésta cierto valor simbólico como censura de la parsimonia y suspicacia del Rey Católico, y pudo tener algún fundamento en quejas que ciertos oficiales del Tesoro presentasen contra Gonzalo.

De todos modos, el origen de la conseja no puede ser más sospechoso, siendo el primero que alude a ella un historiador de tan poca conciencia y veracidad como Paulo Jovio.

La escena de las cuentas es la culminante y la mejor de la obra de Lope, que parece compuesta exclusivamente para ella. Está llena de chiste, desenfado y ligereza cómica, sin mengua de la dignidad del héroe.

La parte grotesca pónese a cargo del Sansón extremeño Diego García de Paredes, protagonista de otra comedia de Lope.

En una y otra se conservan los rasgos capitales de la verdadera fisonomía de aquel hercúleo soldado; pero no puede negarse que su fiereza y desgarro, sus continuos retos, provocaciones y pendencias, degeneran muchas veces en fanfarronada, siempre grata al populacho, y lindan con la caricatura, en la cual dio de bruces Cañizares al refundir esta comedia de Las Cuentas (…).

Las Cuentas del Gran Capitán , comedia que D. José de Cañizares compuso en los postreros años del siglo XVII, a los trece o catorce de su edad, según tradición consignada por el diligente historiador de los Hijos ilustres de Madrid, Álvarez Baena.

Tal precocidad, aunque tenga trazas de fabulosa, no sorprende del todo cuando se repara que esta comedia, lo mismo que otras de Cañizares, es un descarado plagio de Lope, de quien no sólo copia los lances, sino gran número de versos, pero estropeándolo todo con el pedestre y chocarrero gusto propio de su tiempo.

Así desfigura el carácter de Diego García de Paredes, convirtiéndole en un guapo o valentón de oficio, digno de ser cantado en romances de ciego, y le hace objeto de las burlas de un gracioso llamado Pelón. Así, en la escena de las cuentas, añade varias partidas que son otras tantas bufonadas indignas de ponerse en boca del Gran Capitán: diez mil ducados en guantes de ámbar para evitar la infección de los cadáveres; medio millón de aguardiente para emborrachar a las tropas antes de la batalla; ciento setenta mil ducados para reparar las campanas que se rajaron repicando en celebridad del triunfo.

Estas majaderías y otras que omitimos gustaron mucho, y la pieza de Cañizares suplantó fácilmente a la de Lope, conservándose en el teatro hasta principios del siglo XIX.


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