Por el Comandante Francisco Franco [1]
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En nuestra
vida en Xauen nos llegan los ecos de España; el apartamiento del país de la
acción del Protectorado y la indiferencia con que se mira la actuación, y sacrificio
del Ejército, y de una oficialidad abnegada que un día y otro paga su tributo
de sangre entre los ardientes peñascales.
¡ Cuánta
indiferencia! Así vemos disminuir poco a poco la interior satisfacción de una
oficialidad, que en época no lejana se disputaba los puestos de las unidades de
choque.
Llega en
estos días nuestra Revista [2]
profesional con proyectos ideológicos de organización de este Ejército, sobre
la base de una oficialidad colonial; esto es, “sentencia
a los de África de no regresar a España”, privar al Ejército peninsular de
su mejor escuela práctica y seguridad en la oficialidad de la Península de no venir
a Marruecos. La lectura de estos estudios y la peligrosísima decadencia del entusiasmo
militar me dictó entonces las siguientes líneas, que remitidas a nuestra Revista
profesional no llegaron a ver la luz; no obstante la buena acogida que tuvieron
por parte de su Director, a quien debo por ello gratitud. Fueron escritas en Xauen,
el mes de julio del pasado año [3],
y decían así: [4]
Constantemente
es debatida por los infantes la solución que debe darse a los problemas del Ejército
de África, y en las páginas de esta Revista, se publicaron trabajos encaminados
a resolverlos, sin que la buena voluntad de los autores acertase con una
solución en armonía con la futura vida de nuestro Protectorado y no tendiese a
destruir el espíritu militar y, como consecuencia, la buena marcha de nuestra
acción.
No
pretendo yo resolver estos problemas, pues su solución se encuentra en lo ya constituido
y en las personas que con prestigios justos y autoridad en el Protectorado encaminan
éste a un rápido y definitivo término; mi deseo es sólo presentar a los
infantes el peligro que encierra para el Ejército y para la acción militar, el
querer solucionar estos problemas a distancia, sin que en la balanza, llamada
de la Justicia, se sepan pesar las penalidades y sufrimientos de una campaña
ingrata y el gran número de oficiales que gloriosamente mueren por la Patria
acrecentando con su comportamiento las glorias de la Infantería. ¡«Ellos son»
los que hacen Patria!
El
problema militar marroquí es en general obra de infantes, ellos forman el
núcleo principal de este Ejército y con los jinetes, en número proporcionado,
nutren las filas de las tropas de primera línea. Infantes son los que en las
heladas y tormentosas noches velan el sueño de los campamentos, escalan bajo el
fuego, las más altas crestas, y luchan y mueren, sin que su sacrificio
voluntario obtenga el justo premio al heroísmo.
En las
recientes operaciones, las dolorosas bajas habidas hablan con más elocuencia que
lo que estas líneas pueden decir. Allí murieron capitanes y tenientes de los
gloriosos Regulares, oficiales entusiastas que llevaban varios años de campaña
con estas tropas.
«El
premio», es el punto sobre que giran artículos y proyectos, y se habla de
oficialidad colonial como si el porvenir de nuestro Protectorado fuese el
sostener aquí un numeroso Ejército y en la creencia también de que el Oficial
que con entusiasmo trabaja y se especializa en la práctica de esta guerra,
aceptaría el renunciar para siempre a su puesto en el Ejército peninsular.
La campaña
de África es la mejor escuela práctica, por no decir la única de nuestro Ejército,
y en ella se contrastan valores y méritos positivos, y esta oficialidad de
espíritu elevado que en África combate, ha de ser un día el nervio y el alma
del Ejército peninsular; pero para no destruir ese entusiasmo, para no
matar ese espíritu que debemos guardar como preciada joya, es preciso,
indispensable, que se otorgue el justo premio al mérito en campaña; de otro
modo se destruirá para siempre ese estímulo de los entusiasmos, que morirían
ahogados por el peso de un escalafón en la perezosa vida de las guarniciones.
Para
nuestra acción africana, a nadie puede ocultarse que, de persistir esas ideas,
se acabará el espíritu de nuestras tropas de choque, que si antes tenían
numerosos aspirantes a figurar en sus cuadros, hoy se encuentran sin poder
cubrir sus bajas de sangre, pues el horizonte que ve el infante es sólo esa
gloriosa muerte que poco a poco va alcanzando a los que aquí persisten.
Midan,
pues, los infantes sus pasos, vuelvan la vista a estos campos marroquíes, fijen
su atención en estos modestos cementerios que cobijan los restos de tantos
infantes gloriosos y no se les ocultará la necesidad para la Infantería, de que
su unión, en apretado abrazo, sirva para que sin regateos injustos se otorgue
el justo y anhelado premio al mérito en campaña.
¡Así
habremos hecho Patria!
[1] UN ARTÍCULO INÉDITO. En primavera de 1921 no se
autorizó su publicación. Reeditado en la REVISTA DE HISTORIA MILITAR; 1976, número
40, monográfico: FRANCISCO FRANCO, ESCRITOR MILITAR. Disponible en formato pdf,
en: https://publicaciones.defensa.gob.es/revista-de-historia-militar-040.html
[2] La
Revista de Tropas Coloniales https://www.bne.es/es/colecciones/africa/africa-revista-tropas-coloniales
[3] Escrito
en XAUEN, en la zona occidental del Protectorado, en julio de 1920
[4] El libro "Marruecos: Diario de una Bandera", por el Comandante Franco, entonces Jefe de la I Bandera de la Legión, y prologado por el Teniente Coronel Millán Astray, fue publicado en 1922.
Diario de Una Bandera, 1ª edición. Pág. 4, Madrid. 1922.
El Desastre de Anual sucedió en julio de 1921.
Todos los artículos de Franco en la Revista de Tropas
Coloniales son posteriores al libro "Diario de una Bandera".
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