A PIE Y SIN DINERO
(Loa del Arma de Infantería en el día de su Patrona)
Por D. Camilo José Cela Trulock (1916 – 2002)
Artículo publicado por primera vez en el diario madrileño "El Alcázar" el 8 de diciembre de 1949, con motivo de la Patrona del Arma de Infantería, la Inmaculada Concepción.
"A mi coronel, el general Millán Astray.
A pie y sin un ochavo en los bolsillos; calados hasta los huesos y con el estómago frío; en la vista una nube de hielo y en el dedo que prime el gatillo, un sabañón. El día 8 de diciembre, el día de la Purísima, hace mucho frío, pero nunca bastante para frenar la Infantería que, con un trajecito de dril, derrite la nieve de los montes. Y la escarcha de los ríos difíciles. Y el hielo que prime a los corazones en desgracia.
Ningún oficio más bonito que el de capitán de Infantería,
artesano del valor heroico, orfebre del valor estoico, que va a pie a donde lo
mandan, con sus hombres detrás, y que a veces se queda en el camino porque una
bala -¡con qué facilidad, Dios mío!- le para los pulsos del corazón.
La guerra no es triste porque da salud y -que no se me lleven
las manos a la cabeza los timoratos- ¡benditos sean los franceses, que nos
unificaron y nos pusieron de acuerdo para echarlos!
La guerra no es triste, porque levanta las almas. La guerra
no es triste, porque nos templa la sangre. La guerra no es triste, porque nos
enseña que, fuera de la bandera, nada, ni aún la vida, importa.
La Infantería es la guerra a pie firme, la guerra cara a
cara, la vida jugada a cara y cruz de la victoria o la muerte. La Infantería es
la guerra a cuerpo limpio, y el infante el lidiador que lleva el espíritu
armado de un estoque de fuego, como un arcángel con estrellas en la bocamanga.
La Infantería no es la materia: es el ligero y tenue soplo
que vivifica. La Infantería no es la masa, es la compañía. La Infantería no es,
a veces, ni el concierto: es siempre la arrebatada canción del solitario
centinela, que canta para que el cabo de guardia sepa que está vivo.
Quien no haya sido soldado de Infantería quizá ignore que
cuando el hombre se cansa, aún le faltan muchas horas y muchas leguas para
cansarse. Porque el secreto de la Infantería -nosotros cornetas en el cuello de
la guerrera- es el de sacar fuerzas de la flaqueza y hacer de las tripas
corazón. Que nunca más noble destino tuvieron ni para nada mejor pudieron
servir.
Quien no haya sido soldado de Infantería quizá ignore que
cuando el hombre se lanza, cuando el hombre se calienta la sangre, lo más
difícil es pararlo y enfriarlo. Porque el otro secreto de la Infantería es el
de calentar el aire con la mirada y darse cuenta de repente que la batalla
terminó cuando el soldado creía que estaba empezando. Que nunca mejores temples
se conocieron ni en más gallardo menester se emplearon.
Quien no haya sido soldado de Infantería quizá ignore lo
que es sentirse el amo del mundo a pie y sin dinero.
A pie paseamos por donde quisimos, porque el que no va a pie
no se entera, y os lo dice un vagabundo. Y sin dinero izamos nuestra bandera
donde nos dio la gana y donde nos mandaron, porque la victoria es algo que no
se compra, sino que se conquista, y os lo asegura un pobre.
Ningún oficio más bello que el del infante, que lleva su casa
a cuestas como el caracol y se pelea porque no admite jaques; como el león y
como el gallo y como el toro. Sin medir las fuerzas -que no fuera noble
presentar las batallas ganadas- y sin mirar atrás, porque detrás no hay nada,
absolutamente nada.
Con el frío del 8 de diciembre se calienta nuestro herido
corazón al pensar, como una novia a la que quisiéramos demasiado en la
Infantería. Resuenan pífanos marciales y aún nupciales en la última y más
profunda revuelta de nuestros oídos, y aún se estremece, gracias a Dios, ese
último nervio que en los cuerpos de los bien nacidos se guarda, como oro en
paño, para que vibre en las ocasiones solemnes.
En el día de la Patrona, por ejemplo."