EL DIÁLOGO DE MELOS


“CHINA IS A BIG COUNTRY. AND OTHER COUNTRIES ARE SMALL COUNTRIES AND THAT IS JUST A FACT”. 

The Chinese foreing minister in 2010.

 

En la geopolítica, se considera a Tucídides como el padre del realismo político.

El orden que rige el mundo en nuestro siglo XXI sigue siendo el que era desde tiempos inmemoriales. Un orden y realidad que, ya en el siglo V a.C., Tucídides, el reputado historiador y militar ateniense, con una lucidez sin parangón, mostró a través de uno de los pasajes más vibrantes, elocuentes y magistrales de la Historia de la Guerra del Peloponeso: “el diálogo de Melos”.

El relato –no exento de presumibles dosis de ficción y dramatismo– constituye una crónica tan de actualidad como las mejores gacetas de hoy en día (y ciertamente mejor escrita).

Melos es una diminuta isla volcánica griega del mar Egeo, perteneciente al archipiélago de las Cícladas. Antes de la toma de ésta por los atenienses (en el 416 a.C.) durante la Guerra del Peloponeso, Tucídides introdujo en la narración de su obra las conversaciones que habrían sostenido los invasores con los representantes de los invadidos.

Con parlamentos breves y de lógica implacable, se despliega todo un argumentario que refleja con nitidez las razones para someter una ciudad independiente al imperio ateniense. 

“El derecho en nuestro mundo es solamente asunto entre iguales, puesto que los más fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”

 

Otrosí. La “trampa de Tucídides” (en inglés: Thucydides’ Trap) es una expresión creada y popularizada por el politólogo estadounidense Graham T. Allison en el título del artículo publicado en THE ATLANTIC el 24-sep-2015, para referirse al riesgo de guerra que genera el miedo a perder la hegemonía, «cuando un poder en ascenso rivaliza con un poder gobernante, como Atenas desafió a Esparta en la antigua Grecia, o como Alemania lo hizo con Gran Bretaña hace un siglo». El concepto fue acuñado para describir un potencial conflicto entre los Estados Unidos y China en el siglo XXI.

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Decimo sexto año de guerra (416 – 415)

EXPEDICIÓN ATENIENSE CONTRA LA ISLA DE MELOS.

Alcibídades efectúa una depuración en Argos.

Los atenienses marchan contra Melos.

5.84

Llegado el verano siguiente, Alcibíades, navegando con veinte naves hasta Argos, capturó trescientos varones argivos que todavía parecían sospechosos de simpatizar con la causa de los lacedemonios; y los atenienses los instalaron en las islas cercanas que controlaban.

Luego los atenienses emprendieron campaña contra la isla de Melos con treinta naves propias, seis de Quíos y dos de Lesbos, mil doscientos hoplitas propios, así como trescientos arqueros y veinte arqueros montados, y unos mil quinientos hoplitas aliados e isleños.

Los melios eran colonos de Lacedemonia y no querían obedecer a los atenienses como los otros isleños; sino que primero se estuvieron tranquilos sin tomar partido, pero luego, cuando los atenienses intentan forzarlos devastándoles la tierra, entraron abiertamente en guerra.

Ácampados en su tierra con el armamento antedicho, los generales Cleomedes hijo de Licomedes y Teisias hijo de Teisímaco, antes de hacer daño alguno a la tierra, enviaron embajadores a dialogar primero.

Los melios no los condujeron ante la multitud, sino que les ordenaron dialogar con las autoridades y la élite acerca de aquello que los traía.

El diálogo de Melos.

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En este intercambio, la delegación ateniense exige que Melos se someta a una relación de vasallaje, bien pagando un tributo, bien aportando tropas a la Liga de Delos (algo así como la Alianza Atlántica de entonces). Recordemos que su contrapartida estaba representada por la Liga del Peloponeso (encabezada por Esparta). Los representantes de la isla responden afirmando su derecho a la neutralidad y apelando al sentido de la justicia de Atenas y a su compasión por una pequeña ciudad pacífica y sin defensa. Atenas, por su parte, replica que, actuando con semejante consideración, mostrarían una debilidad intolerable cara a los demás actores del entorno.

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5.85

Los embajadores atenienses dijeron esto: «Puesto que no se harán discursos ante la multitud, a fin de que la mayoría no sea engañada escuchándonos pronunciar ininterrumpidamente y de una buena vez palabras atrayentes e incuestionadas (sabemos que el conducirnos ante la élite significa eso), hacedlo aún más seguro, vosotros que presidís: juzgad punto por punto y no con un solo discurso, sino interrumpiendo inmediatamente lo que no parezca estar dicho de una manera apropiada.

Y decid primero si esta propuesta os agrada».

5.86

Los consejeros melios contestaron: «No se objeta a lo razonable de instruirnos mutuamente con tranquilidad; pero la guerra, presente ya, y no solo inminente, parece discrepar de ello.

Vemos que vosotros mismos llegáis como jueces de lo que aquí se diga y que si, como es razonable, prevalecemos en cuanto a lo justo y por eso no cedemos, el desenlace nos traerá la guerra, y si nos persuadís, la subyugación».

5.87

ATENIENSES: Por cierto, si os habéis reunido a elucubrar conjeturas sobre el futuro o para otra cosa que no sea deliberar sobre la preservación de la ciudad a la luz de lo presente, terminaríamos aquí; pero si es para esto, conversaríamos.

5.88

MELIOS: Es razonable y excusable que quienes han venido a estar en una situación como esta hablen y opinen atendiendo a muchas cosas; sin embargo, el presente encuentro concierne a la preservación. Proceda pues la conversación en la forma que proponéis si así os parece.

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“El derecho en nuestro mundo es solamente asunto entre iguales en poder, puesto que los más fuertes hacen cuando pueden y los más débiles sufren cuanto deben”

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5.89

ATENIENSES: Nosotros mismos, pues, no ofreceremos un largo discurso con lindas palabras, pero imposible de creer, como que habiendo destruido a los medos es justo que imperemos, o que ahora os invadimos porque hemos sido agraviados.

Ni os creemos capaces de convencernos diciendo que, aun siendo colonos lacedemonios no marchasteis a la guerra a su lado, o que en nada nos habéis agraviado.

Antes bien, proponemos efectuar lo posible a partir de lo que ambas partes verdaderamente pensamos, sabiendo igual que vosotros que en las cuestiones humanas las razones de derecho intervienen cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible y los débiles lo aceptan.

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En un nuevo contraataque dialéctico, los melios aducen que una invasión alarmaría a otras polis griegas neutrales, lo que perjudicaría al prestigio de Atenas. Éstos, sin embargo, se muestran indolentes. Saben muy bien que los pueblos más sediciosos ya fueron sometidos, y el resto no cuenta con ninguna capacidad real de oposición.


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5.90

MELIOS: Según nuestra manera de ver las cosas al menos, lo útil (es necesario, en efecto, moverse en estos términos, puesto vosotros habéis establecido que se hable de lo conveniente , dejando aparte de este modo las razones de derecho), lo útil, decimos, exige que nosotros no acabemos con lo que es un bien común, sino que aquel que en cualquier ocasión se encuentre en peligro pueda contar con la existencia de unos razonables derechos y obtenga provecho de ellos si con sus argumentos logra un cierto convencimiento de su auditorio, aunque sea dentro de unos límites estrictos.

Y esto no vale menos para vosotros, en cuanto, si caéis, incurriendo en la máxima venganza, llegaríais a ser un ejemplo para los demás por la magnitud de las represalias.

5.91

ATENIENSES: Nosotros no nos angustiamos por el final de nuestro imperio, en el supuesto de que vaya a tener fin. Porque no son los que ejercen el imperio sobre otros, como es el caso de los espartanos, quienes son temibles para los vencidos (y además ahora no estamos en lucha con los espartanos), sino los súbditos si un día llegan a atacar y vencer a sus dominadores.

Pero, respecto a eso, que se nos deje correr el riesgo. Ahora lo que queremos demostraros es que estamos aquí para provecho de nuestro imperio y que os haremos unas propuestas con vistas a la salvación de vuestra ciudad, porque queremos dominaros sin problemas y conseguir que vuestra salvación sea de utilidad para ambas partes.

5.92

MELIOS: ¿Y de qué manera nos resultaría beneficioso ser subyugados, como a vosotros lo es ejercer el dominio?

5.93

ATENIENSES: Porque vosotros, en vez de sufrir lo más terrible, obedeceríais; mientras que nosotros, al no arruinároos, saldríamos ganando.

5.94

MELIOS: ¿De modo que no aceptaríais que fuésemos amigos en vez de enemigos, pero quedándonos en paz, sin ser aliados de ninguno de los dos bandos?

5.95

ATENIENSES: No nos daña tanto vuestra enemistad, cuanto vuestra amistad nos pone en evidencia ante los súbditos como un ejemplo de debilidad, y vuestro odio, en cambio, como uno de nuestro poder.

5.96

MELIOS: ¿Así que vuestros súbditos consideran razonable que se ponga en el mismo saco a quienes no tienen que ver con vosotros y a quienes son colonos vuestros en su mayoría, o rebeldes que fueron sometidos?

5.97

ATENIENSES: Creen que ni a unos ni a otros les falta justificación jurídica; pero que algunos prevalecen por su poder y que no los atacamos por miedo.

De modo que al ser derribados, además de un imperio más amplio nos procuraríais seguridad, sobre todo porque no prevaleceríais sobre los señores del mar siendo isleños y más débiles que otros.

5.98

MELIOS: ¿Pero no reconocéis seguridad en aquello que se dijo primero? Puesto que, apartándonos de las razones de justicia, nos persuadís de atender a vuestro provecho, es menester a su vez que, enseñando nosotros lo que nos es útil, si ocurre que lo mismo también os conviene, tratemos de persuadiros.

En efecto, ¿cómo no convertiréis en enemigos a quienes ahora no están aliados con ninguno de los dos partidos, cuando, considerando esto, piensen que luego también los atacaréis a ellos? Y con esto, ¿qué hacéis sino vigorizar, por un lado, a los enemigos actuales, mientras que, por otro, azuzáis contra su voluntad a quienes ni siquiera estaban llamados a llegar a serlo?

5.99

ATENIENSES: No estimamos más temibles a los continentales que, estando en libertad, postergarán mucho la vigilancia contra nosotros, que a los isleños como vosotros en alguna medida sin rector, o que ya están exasperados por lo constrictivo del imperio.

Pues la mayoría de las veces estos últimos, girando hacia lo irracional, se pondrían y nos pondrían previsiblemente en peligro.

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Los melios argumentan entonces que, para ellos, aceptar la propuesta de sus contertulios sin ofrecer resistencia alguna, resultaría simplemente cobarde y vergonzoso. Además, se consideran tributarios de un sentido de la ética que les obliga a ser fieles a sus tradiciones más ancestrales y a defender su libertad a cualquier precio.

La pragmática respuesta de la delegación ateniense no se hizo esperar, dejando claro que no les seducía en absoluto la idea de aniquilarlos, pues comprendían que las cenizas y los muertos no pagan tributos. Sin embargo, no tendrían grandes inconvenientes en seguir esa línea si las circunstancias no les brindaba mejor alternativa.

Por ello les instan a asimilar cuanto antes que lo verdaderamente vergonzoso e insensato sería combatir a un oponente claramente superior cuando se carece de la más mínima posibilidad de victoria.

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5.100

MELIOS: Ahora bien, si vosotros hacéis tanto para que no cese el imperio y quienes están subyugados se exponen a un peligro extremo para liberarse, para nosotros, que aún somos libres, sería mucha vileza y cobardía no intentarlo todo en vez de someternos.

5.101

ATENIENSES: No, si deliberáis prudentemente. Para vosotros esto no es una lucha pareja acerca de la virtud viril, para no incurrir en deshonra; la deliberación concierne más bien a la preservación, a no resistir a quienes son mucho más poderosos.

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Aceptada y reconocida por los melios la considerable disparidad de fuerzas, alegan que en la guerra la fortuna juega un papel nada desdeñable, la misma que favoreció a los atenienses y materializó su triunfo sobre los persas, aun cuando la desproporción y superioridad inicial de la flota de Jerjes sobre la helénica era gigantesca. 

Sostienen también, conforme a la antigua convicción griega, que los dioses son garantes de la justicia, y puesto que la invasión ateniense sería una agresión ilegítima contra hombres piadosos, el azar no les sería favorable. Los atenienses responden que sus acciones no quedarán al desamparo de la benevolencia divina, pues sus intenciones se ajustan perfectamente al modo en que los hombres proceden unos con otros. 

Ellos no inventan nada nuevo, y sostienen que de encontrarse los melios en su misma posición, actuarían de forma idéntica.


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5.102

MELIOS: Pero entendemos que en los hechos de guerra ocurre a veces que las suertes son más compartidas que lo que indica la diferencia de número.

Y ceder sin más nos quita toda esperanza, mientras que, mientras se haga algo, todavía queda una esperanza en pie.

5.103

ATENIENSES: La esperanza, que es un aliento en el peligro, no destruye a quienes la sienten desde la abundancia, aunque los dañe.

Pero a quienes se lo juegan todo (pues es dispendiosa por naturaleza) se les da a conocer al mismo tiempo que les falla, y no les falta mientras podrían aún guardarse de ella, si la conocieran.

Vosotros, débiles como sois y dependientes de una sola jugada, no queréis sufrir eso ni asemejaros a la mayoría que todavía cree humanamente posible salvarse cuando, agobiados, le fallan las esperanzas manifiestas y se instala en las ocultas, como la adivinación, los oráculos y cuantas cosas por el estilo arruinan con esperanzas.

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Con un argumento más realista ahora, proclaman los melios que los espartanos vendrán en su ayuda para evitar la deshonra. Los atenienses responden que el pueblo de Esparta siempre ha poseído un doble estándar. En cuanto a su comportamiento interno en la polis, persiguen la areté, es decir, la rectitud moral y la excelencia. Ahora bien, en cuanto a sus relaciones con el exterior son eminentemente prácticos, y nunca buscan cosa distinta que su propio interés, tomando por justo y noble únicamente aquello que les resulta de provecho.

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5.104

MELIOS: También nosotros —bien lo sabéis— estimamos difícil luchar contra vuestro poder y contra la suerte, a menos que fuera en condiciones de igualdad.

Sin embargo, confiamos en que la suerte de origen divino no irá en desmedro nuestro, puesto que piadosos resistimos a los injustos, y a la fuerza que nos falte se sumará la alianza de los lacedemonios, constreñidos a auxiliarnos, si no por otra cosa, en aras del parentesco y por honor.

Y así nos envalentonamos de manera no tan enteramente irracional.

5.105

ATENIENSES: No creemos estar privados del favor divino, pues no juzgamos ni practicamos nada al margen de las observancias de algunos hombres respecto a lo divino, ni de los deseos de otros para consigo mismos.

Pues conjeturamos que lo divino y tenemos por cierto que lo humano, en todo tiempo y constreñido por su naturaleza, impera sobre lo que domina.

Ni dictando la ley, ni aplicando por primera vez una flamante, sino recibiendo la existente y legándola como tal para siempre al porvenir, la aplicamos, sabiendo que ustedes y cualesquiera otros harían lo mismo al alcanzar el mismo poder.

Y así, basándonos en lo verosímil, no tememos quedar desmedrados ante los dioses.

En cuanto a la opinión relativa a los lacedemonios, conforme a la cual confiáis en que os socorrerán por evitar el deshonor, os felicitamos por vuestro candor pero no envidiamos vuestra inconsciencia.

Pues los espartanos practican la virtud mayormente con respecto a sí mismos y a las normas consuetudinarias de su tierra.

Sobre cómo se portan con los demás tendría uno mucho que decir; aunque, en síntesis, estaría claro que, más notoriamente que nadie que sepamos, consideran noble lo que les gusta y justo lo que les conviene.

Y por cierto tal modo de pensar no favorece a vuestra ahora irracional preservación.

5.106

MELIOS: Pero nosotros por esto mismo confiamos sobre todo en que no querrán, traicionando en aras de lo conveniente a los melios que son sus colonos, tornarse a la vez indignos de confianza para los griegos que les son favorables y provechosos para los enemigos.

5.107

ATENIENSES: ¿Acaso no creéis que lo conveniente demanda seguridad, pero lo justo y noble se practica con peligros? A lo que, en general, los lacedemonios mínimamente se atreven.

5.108

MELIOS: Sin embargo, creemos que más bien enfrentarán peligros por nosotros que por otros, y los estimarán menos riesgosos, en cuanto, por lo que respecta a las operaciones bélicas, estamos situados cerca del Peloponeso y, por nuestra mentalidad afín a la suya, somos más confiables que otros.

5.109

ATENIENSES: Para quienes lucharán al lado de otros, la seguridad no se manifiesta en la disposición favorable de quienes apelan a su ayuda, sino en si alguno sobresale mucho en fuerza bélica.

Y los lacedemonios atienden a esto más que los demás (en todo caso, por desconfianza de su propio armamento, atacan con muchos aliados incluso a sus vecinos).

De modo que no es probable que crucen hacia una isla mientras nosotros seamos los señores del mar.

5.110

MELIOS: Pero también podrían enviar a otros. Es vasto el mar de Creta y por eso es más difícil la captura para quienes lo dominan que el mantenerse a salvo para quienes quieran ocultarse.

Y si fallaran en esto, se tornarían hacia vuestra tierra, y contra el resto de vuestros aliados, cuantos no invadió Brasidas.

Y os causará mayor afán la tierra propia y aliada que aquella con la que no tenéis que ver.

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Tras algunos intercambios más, los atenienses les exhortan, en un alegato final, a que entiendan que no tiene nada de indigno el sometimiento a una potencia superior que actúa con magnanimidad y ofrece condiciones razonables, evitando así un inútil y amargo derramamiento de sangre.

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«Más vale honra sin buques, que buques sin honra»

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5.111

ATENIENSES: A la luz de vuestra experiencia también podría ocurriros alguna de estas cosas, y no ignoráis que los atenienses jamás se han retirado ni de un solo asedio por miedo a otros.

Observamos que, habiendo declarado que deliberaréis sobre la preservación, en tan largo diálogo no habéis mencionado nada que los hombres pudieran confiadamente creer que los preservará. De lo que tenéis, lo más fuerte se espera para el futuro y lo presente es exiguo para superar lo que os enfrenta ya. Y mostraréis una gran irracionalidad del pensamiento si, cuando nos hayamos ido, no ideáis algo más sensato que esto.

Pues ciertamente no prestaréis atención al honor, el sentimiento que más arruina a los hombres en los peligros previsibles y deshonrosos.

Con la fuerza de un nombre atrayente, el llamado deshonor arrastró a muchos que, incluso previendo adonde eran conducidos, fueron derrotados por el efecto de una palabra, hasta caer voluntariamente en desgracias irremediables e incurrir además en un deshonor por estupidez, más deshonroso que por la mala suerte.

De lo cual os cuidaréis si deliberáis bien, y no estimaréis indecoroso ceder ante la ciudad más poderosa cuando ella os invita comedidamente a convertiros en sus aliados tributarios mientras conserváis la vuestra —y, dada la opción entre la seguridad y la guerra, no porfiar contenciosamente por lo peor.

Quienes no ceden ante los iguales, se comportan debidamente con los superiores y son moderados con los inferiores prosperan por regla general.

Considerad entonces en nuestra ausencia, y ponderad una y otra vez que deliberáis acerca de la patria, acerca de la única, que una decisión única, según sea acertada o no, podrá sostener en pie.

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“Frente a la moral y la razón se alzan las razones del Estado y del pragmatismo.”

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5.112

Y los atenienses se retiraron del diálogo. Cuando los melios se quedaron solos, como opinaban aproximadamente lo mismo que habían alegado, respondieron esto:

«Nuestro parecer, atenienses, no es otro que el que fue al comienzo, ni vamos a quitarle en corto plazo la libertad a una ciudad fundada hace ya setecientos años; sino que intentaremos salvarnos confiando en la suerte de origen divino que la ha preservado hasta ahora y en el auxilio procedente de los hombres, incluso de los lacedemonios.

Os proponemos ser amigos vuestros, pero enemigos de ninguno de los dos, y que os retiréis de nuestra tierra tras celebrar un tratado de paz que parezca ser conveniente para ambos».

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Los melios, haciendo caso omiso de estas últimas advertencias –y encomendándose al azar divino y a la ayuda espartana– suspendieron las negociaciones y se prepararon para el inicio de las hostilidades.

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5.113

Los melios respondieron esto por su parte. Terminando ya con la negociación, los atenienses dijeron por la suya: «A la luz de las resoluciones que aprobasteis, nos parece que solo vosotros juzgáis el futuro más claro que el presente y, movidos por el deseo, veis lo incierto como ya ocurrido.

Apostando demasiado a los lacedemonios y a la suerte y a las esperanzas, también confiáis demasiado y caeréis».

 

Asedio de Melos.

5.114

Y los embajadores de los atenienses se retiraron al campamento. Sus generales —como los melios no hacían caso en nada— aplicaron su atención derechamente a la guerra y dividiéndose por ciudades cercaron con un muro a los melios.

Finalmente los atenienses, dejando una guardia de los suyos propios y de sus aliados que vigilase la tierra y el mar, se retiraron con la mayor parte de su ejército. Los que quedaron atrás, manteniéndose firmes, asediaban el lugar.

 

Escaramuzas en el Peloponeso.

Acción de los melios y fin del verano.

 

511.5

Por ese mismo tiempo, los argivos invadieron Fliasia y, sufriendo una emboscada de los fliasios, unos ochenta de sus fugitivos perecieron. Los atenienses que operaban desde Pilos capturaron un gran botín de los lacedemonios.

Por esto, los lacedemonios, sin hacerles la guerra rompiendo el tratado, dieron a los suyos libertad para saquear a los atenienses.

Y los corintios combatieron a los atenienses a causa de ciertas desavenencias particulares.

Pero el resto del Peloponeso se mantuvo tranquilo.

Asimismo los melios, atacando de noche, capturaron el sector del cerco ateniense situado frente al mercado, también mataron soldados y, llevándose comida y cuantas más cosas útiles pudieron, se retiraron y permanecieron tranquilos.

De ahí en adelante, los atenienses dispusieron una mejor vigilancia. Y el verano terminó.

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Tras un intenso asedio de la ciudad a hierro y fuego, las fuerzas atenienses masacraron sin reparos a todos sus hombres. Las mujeres y niños que lograron sobrevivir fueron vendidos como esclavos. Ni dioses ni espartanos acudieron al amparo de la desventurada polis.

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Disensiones en Argos.

Caída de Melos y masacre de los melios.

5.116

Llegado el invierno siguiente, los lacedemonios estaban a punto de hacer campaña contra Argos, pero, como los sacrificios al cruzar la frontera no fueron favorables, se retiraron. Debido a este intento, los argivos, sospechando de ciertas personas en la ciudad, detuvieron a algunas, mientras otras huían.

Por el mismo tiempo, los melios nuevamente capturaron otro trozo del cerco de los atenienses, donde no había muchos centinelas.

Como esto sucediera, más tarde llegó de Atenas otro ejército, que comandaba Filócrates hijo de Demeo.

Enseguida los melios fueron asediados con vigor y, habiendo ocurrido una traición, concedieron, por iniciativa propia, a los atenienses que estos resolviesen acerca de ellos.

Estos mataron a cuantos melios en edad militar aprehendieron, redujeron a la esclavitud a niños y mujeres, y colonizaron el país ellos mismos, enviando luego quinientos colonos.

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“Πόλεμος πάντων μὲν πατήρ ἐστι πάντων δὲ βασιλεύς, καὶ τοὺς μὲν θεοὺς ἔδειξε τοὺς δὲ ἀνθρώπους, τοὺς μὲν δούλους ἐποίησε τοὺς δὲ ἐλευθέρους”

 

“La guerra es padre y rey de todos, ha creado dioses y hombres; a algunos los hace esclavos, a otros libres”. HERÁCLITO

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