A un viejo enamorado

 

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Al amor pertenece este poema, bellísimo y cruel, de la gran poetisa extremeña Dña. Carolina Coronado (1820 - 1911), quién sufrió en su juventud el acoso obsesivo de un anciano millonario que perdía por ella los vientos.

Este romance de 1845, escrito en  Badajoz, ofrece una visión irónica y radical de una mujer  de veintidós años acosada y que se las gasta muy bien, dignamente  y sin ayudas, para conservar su tranquilidad. 

A UN VIEJO ENAMORADO

No lo toméis a consejo, pues vos para aconsejado y yo para consejera inútiles somos ambos.

Vos, señor, porque contáis con muy razonables años para poder en la vida dirigiros ya, sin ayo, y esta humilde servidora por tenerlos muy escasos para tener con su apoyo ir por la tierra marchando.

Mas, sin ser consejo alguno, podéis escuchar un rato cuatro sencillas palabras que tengo, señor, que hablaros.

Si de provecho no os sirven tampoco os serán de daño, conque prestadme el oído y os charlaré breve y claro.

Os quejáis de mis desdenes, y el porqué, yo no lo alcanzo, pues las canas venerables yo respeto y nunca agravio.

Y en fe de verdad tan pura, jamás consentí escucharos las voces almibaradas de «Hermosa, mi bien, te amo», por evitar que el ridículo os hiriera de rechazo, al responderos el mundo con su risa y con su escarnio.

Porque, dejaos de aprensiones, ninguno creerá el flechazo de que os doléis con tal pena, pues Cupido no es tan malo que fuera en un moribundo a ensañar su genio bravo.

Más bien la gota, el reúma, o algún histérico flato han sido los agresores de ese cuerpo desdichado.

Y vos, en reminiscencia de los amores de antaño, al encontraros doliente os juzgáis enamorado.

Pero, señor, ¡en conciencia!, ved que es error, que es engaño y, en vez de atisbar mis rejas y, en vez de atisbar mis rejas y espantarme todo el barrio, tomándome por remedio de males que yo no sano, buscad un doctor que os vea, y, si es un ataque asmático, os recete y desengañe del tema que habéis tomado.

A él podéis, si no os remedia, llamarle «¡insensible, ingrato!» y todas esas razones con que os estáis lamentando de una mujer que no os hizo más ofensa ni más daño que nacer en este siglo y no en el siglo pasado.

Tal vez yo, de haber nacido en tiempos de Carlos Cuarto, de vuestra joven persona de vuestra joven persona me hubiera también prendado, como las viejas mujeres que tiene Dios en descanso y que os dejaron memoria de lo mucho que os amaron, en cartas ya carcomidas y en rizos apolillados.

¡Cómo ha de ser! Lo dispuso la suerte tan al contrario, que entre vos y yo en España tres monarcas han reinado.

Os lo digo, no por mofa; vale mucho un hombre anciano, pero soy caña muy débil para serviros de báculo; ni monedas de este cuño parecen bien en la mano del que, al buscarlas, debiera del que, al buscarlas, debiera ser, al menos, anticuario.

Por lo demás, yo os estimo como al Arco de Trajano, como al Puente de los Moros, como a todo lo que es raro, porque llega y sobrevive a los días que alcanzamos.

Cuando pasáis, os saludo con reverencia, con pasmo; cuando habláis, os oigo absorta, como si oyera lejanos los ecos de aquellas voces que en tiempos del Cid sonaron… Pero la tos os molesta, la brisa va refrescando, y temo os falte la vida cuando por luenga, la aplaudo.

Basta, pues, cubríos el rostro, perdonadme y retiraos.

Badajoz, 1845

 Jamás una carta tan bella, irónica, sabia y cruel a un galán obsesionado con una mujer joven


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A Cupido no le importa la diferencia de edad....





No obstante, algunas damas que no leyeron a Dña. Carolina Coronado prefieren el amor con ceros...¡glubs!... corrijo: prefieren el amor sincero.

 











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