SI VIS PACEM PARA BELLUM

IGITUR QUI DESIDERAT PACEM, PRAEPARET BELLUM («Así pues, quien desee la paz, que prepare la guerra»).

[Vegecio, Epitoma rei militaris, III, Prefacio].

De esa frase se deriva otra más divulgada:

SI VIS PACEM PARA BELLUM («Si quieres la paz, prepárate para la guerra»).

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Las naciones deben disponer de ejércitos eficientes, capaces de enfrentarse al enemigo en el exterior; de lo contrario, deberán prever que tendrán que enfrentarse al adversario sobre suelo patrio.

WELLINGTON

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DEMASIADO POCOS, DEMASIADO TARDE

“El drama de Francia y de los Países Bajos, drama del complejo de superioridad, de la improvisación, de la suficiencia, del desorden administrativo, de la imprevisión, se repitió para los americanos cuando el Japón llevó su ataque del siete de diciembre de 1.941.

Aún allí, las economías inútiles, en una época en que el espectro de la guerra aparece muy alto sobre el horizonte, la esperanza de un apaciguamiento problemático al precio de cualquier concesión, los conceptos tácticos y estratégicos anticuados, debían costar mucho en sangre y en vanos sacrificios.

Felizmente para los Estados Unidos - como el Canal de la Mancha para Inglaterra- existía el Pacífico, el gran Océano Pacífico, entre sus territorios, sus fábricas, sus habitantes, y el Imperio del Sol Naciente.

Los franceses sólo tenían el Rhin y el Mosa (…)”.

PIERRE CLOSTERMAN, 1.946.

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“A mis camaradas aviadores, muertos por borrar culpas viejas que no les pertenecían.

A aquellos que quizá tengan que pagar culpas nuevas - y, sin embargo, siempre las mismas…- de los Grandes que no quieren creer en las enseñanzas del pasado.

Voy a morir, Señor.

Y he dado mi sangre. Y no recibo nada a cambio.

He observado, cuando moría, al enemigo que he tendido con una bala en el vientre antes que otro lo vengara.

Y me pareció que se realizaba en la muerte, por entero entregado a sus creencias. Y su muerte fue un pago.

En cuanto a mí, por haber respetado la consigna de mi cabo y no de algún otro que al enriquecerse con ella la hubiera pagado, muero con dignidad, pero con enojo.

En cuanto a los otros, habían huido”.

SAINT –EXUPÉRY, CITADELLE.

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“Espero que la lección de Malta jamás caiga en el olvido.

Espero que nunca más la imprevisión crónica que hasta ahora ha caracterizado a las democracias obligue a nuestros heroicos muchachos a afrontar una lucha tan desigual, y a exceder de tal manera los límites más remotos de la resistencia (…)”. MARISCAL TEDDER, II G.M.

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“Cuando escribí en mi diario:

´Extraña guerra y extraña manera de comenzarla´, tenía en mi mente toda esta inmensa confusión de dinero, de material y de vidas humanas; todo ese caos de precipitación y desorden.

Si nos hubiésemos preparado a tiempo para la guerra, el costo habría sido una gota de agua en lugar de un océano.

Y nosotros, los militares, que al principio no tenemos mas que lo que han querido darnos de limosna para defender al país, fracasamos; y los políticos claman por nuestra cabeza, pues es menester encontrar culpables”. (…)”.

MARISCAL LLOYD, JEFE DE LA RAF. DE MALTA EN 1.941

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“Después de nueve meses de guerra no hemos conseguido todavía que las industrias correspondientes adapten sus ametralladoras y los comandos al clima de gran altura. Y no se trata de que choquemos con la incuria de los hombres; los hombres, en su mayor parte, son honestos y concienzudos. Su inercia, casi siempre, es una consecuencia y no una causa, de su ineficacia”.

SAINT –EXUPÉRY, PILOTO DE GUERRA. Campaña 1939- 1940

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“Una guerra es algo horrible, pero no lo peor de todo. Una moral decadente y degradada, junto con un sentimiento patriótico que piense que no hay nada por lo que valga la pena luchar, es mucho peor. La persona que no tiene nada por lo que esté dispuesta a luchar, nada que sea más importante que su propia seguridad personal, es una criatura miserable, y sin la posibilidad de vivir en libertad a menos que el esfuerzo de hombres mejores lo consiga y se lo conserve.”

John Stuart Mill, Filósofo inglés, S. XIX.

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La función de la Policía es ejercer la fuerza, o amenazar con ella, a fin de hacer cumplir los fines del Estado, internamente y en circunstancias normales.

La misión de las Fuerzas Armadas es ejercer la fuerza o amenazar con ella en el exterior en circunstancias normales, y en el interior sólo en circunstancias anormales...

Para lograr sus fines, el Estado debe hallarse preparado para ejercer la fuerza en el grado en que el Gobierno de turno crea conveniente o necesario para evitar la disolución de sus funciones y la cesión de responsabilidades.