"Pedimos perdón por disfrutar con un mole poblano y un pozole taxqueño, aunque después provisto sólo con un estómago español debamos pasar por la enfermería. Pero no pedimos perdón por el desastre en que sumieron a sus países los criollos triunfantes en las independencias, al romper todo el sistema comercial y administrativo virreinal, para convertirse en cacicatos de millones de kilómetros cuadrados"
PEDIMOS PERDÓN
Publicado en el Diario ABC, el 29/03/2019
No parece un
buen argumento si no damos otro para rechazar las recurrentes y pesadísimas
acusaciones sobre la Conquista y etc. conformarnos con aludir a la progenie de
conquistadores y pobladores del XVI y XVII, los actuales hispanoamericanos. Es
escapista e incurre en una contradicción: si no asumimos lo malo, tampoco
podremos reivindicar lo bueno como nuestro. Y hubo muchísimo, en un análisis
global. Así pues, asumiendo "el relato de agravios", como gusta decir
el nieto del santanderino, si se trata de hechos históricos probados, no de
calentones bucales de demagogos, queremos ofrecer una botanita al presidente
mexicano, en vez de propinarle una cachilada, como apetece a todo padre cuando
un hijo consentido le suelta una impertinencia. Por consiguiente, aceptemos que
la nuestra es una responsabilidad más moral que genética, como continuadores de
la nación llamada España.
Pedimos
perdón porque
en 1536 Fr. Juan de Zumárraga fundara en México el Colegio para señores
naturales, pagado por el virrey Mendoza. Se conoció la institución como Colegio
Imperial de Sta. Cruz de Tlatelolco. En él se desempeñaron Fr. Bernardino de
Sahagún y Fr. Andrés de Olmos y fue imitado en Tepozotlán, Puebla, Guadalajara,
Valladolid (Morelia), Texcoco… Zumárraga estableció, también en 1536, la
primera imprenta del continente, en un edificio que todavía subsiste, cerca del
Zócalo.
Igualmente, pedimos perdón porque la Universidad de México se
fundara en 1551 bajo el Patronato Real y siguiendo el modelo de Salamanca y
Alcalá, con estudios de Filosofía, Artes, Teología, Derecho, Medicina; y por
haber introducido Fr. Cervantes de Salazar catedrático de Retórica en México y
autor de México en 1554, Crónica de la Nueva España y Túmulo imperial de la gran ciudad de México
- el pensamiento de Luis Vives.
Y pedimos perdón por el muy granado intento de Vasco de
Quiroga, obispo de Michoacán, para implantar la Utopía de Tomás Moro.
Aun perviven como los olivos multicentenarios que plantara en Tzin-Tzun-Tzan
los pueblos por él fundados para acoger y promocionar a los indios: ¡Ese
maravilloso retablo en la iglesia de Tupátaro, siglo XVIII, artesonado
indígena, placita con soportales ocre y blanco! Y pedimos perdón porque el
desarrollo de la ganadería, la agricultura y la minería favorecieron el auge de
clases urbanas que, junto con el clero y la burocracia virreinal, promovieron
las grandes obras y construcciones. Y ahí están, pese al deterioro, México,
Morelia, Puebla, Pátzcuaro, Zacatecas, Guanajuato, Querétaro, San Miguel
Allende, Veracruz y que superan a Toledo, Madrid o Sevilla. En el siglo XVII,
la Ciudad de México, como gran polo económico que era, albergaba más habitantes
que París, Londres o Roma. Y en México se hallan las cuatro obras cimeras del
barroco: el Sagrario de la Catedral metropolitana, el Colegio de los Jesuitas
de Tepozotlán, el convento de Santa Rosa en Querétaro y la iglesia parroquial
de Sta. Prisca en Taxco.
Y pedimos perdón por la mayor obra de etnografía y
arqueología de nuestro siglo XVI, en tres idiomas (latín, español y náhuatl),
la Historia Universal de las cosas de Nueva España de Fr. Bernardino de
Sahagún; y por el gran erudito mexicano Carlos Sigüenza y Góngora; por Sor
Juana Inés de la Cruz; por Juan Ruiz de Alarcón, de Taxco; por el libro-poema
de Bernardo de Valbuena Grandeza mexicana (1604), donde establece el
"Relato" del arte, las letras y la prosperidad de la urbe, visible,
por ejemplo, en la Casa de Comedias de D. Francisco León (desde 1597) en la que
actuaban tres compañías; y por el Mercurio Volante (1693), primer
periódico de Hispanoamérica,(en 1737 le seguiría "La Gaceta de
México"); y por la Escuela de Minería de México (1792), donde se
desempeñaron Fausto de Elhúyar, descubridor del tungsteno y Andrés del Río del
vanadio. Y no hay espacio para "relatar" la admiración que el país
causó a Humboldt por aquellas fechas.
Y pedimos perdón porque la población del virreinato de
Nueva España (casi seis millones), en 1776, duplicaba a la de las colonias
inglesas de Norteamérica y su desarrollo económico, técnico y cultural las
superaba en todos los terrenos. Saquen las conclusiones de este pasado que no
quieren recordar y cuidadosamente ocultan. De lo contrario, habría que
responsabilizarse de lo sucedido desde 1821, sin colgar culpas a lejanos
conquistadores. Verbigracia, en lugar de llorar por enésima vez por Cholula,
llamar por su nombre al general Jesús González Ortega, buen liberal, que en
1857 saqueó la catedral de Zacatecas, o a quien entregó, en la misma ciudad
(1862) el convento de San Agustín a los presbiterianos, que lo arrasaron.
Pedimos
perdón por
haber instituido el náhuatl y el otomí como linguas francas para la
evangelización, lo que agrandó su papel y rango y su extensión por tierras que
antes les eran ajenas. También por haber tenido un rey (Felipe II) que,
contraviniendo las llamadas de oidores y virreyes para imponer en exclusiva el
castellano, se inclinó por el parecer de los frailes (muy interesados en
controlar el contacto con los indígenas) y favoreció el misionado sólo en
idiomas locales (Cédula de 1565 a los obispos de Nueva España), hasta llegar a
mandar: "No parece conveniente apremiarlos a
que dejen su lengua natal […] no proveer los curatos sino a quien sepa la de
los indios" (1596). Y así se siguió hasta fines del XVIII cuando a
la vista de los notables problemas que presentaba el plurilingüismo (sólo en la
diócesis de Oaxaca había dieciséis lenguas aborígenes) los obispos mexicanos
Fabián y Fuero, de Puebla, Alvarez Abreu de Oaxaca y Lorenzana de México
obtuvieron la Real Cédula de Aranjuez (mayo de 1770).
Pedimos
perdón por
haber sido los principales actores en el conocimiento global del planeta,
facilitando la interrelación entre sus partes, con el Descubrimiento del Nuevo
Mundo y con la primera circunnavegación del Globo y estableciendo la
comunicación entre los diversos imperios y naciones de América que, con
anterioridad, se hallaban incomunicados.
Y, finalmente, pedimos perdón por disfrutar con un mole poblano, un
pozole taxqueño, unos chilaquiles y un chilpachole de jaiba, aunque después - provisto
sólo con un estómago español - debamos pasar por la enfermería.
Pero
no pedimos perdón por el desastre en que sumieron a sus países los criollos
triunfantes en las independencias, al romper todo el sistema comercial y
administrativo virreinal, para convertirse en cacicatos de millones de
kilómetros cuadrados. Y basta por hoy de perdones.
En 1580 la Cofradía de la Santísima Resurrección de Zamora publicó su carta
de Organización en la que describía los requisitos para formar parte de la
misma: "ser español".
¿Y qué se entendía en aquel entonces por ser español?
"Pertenecer a la Corona de Castilla, a la de Aragón, al
Reino de Portugal, a las islas de Mallorca, Menorca, Cerdeña e islas y tierra
firme de entrambas Indias sin ninguna distinción de edad, ni de sexo ni de
estado."
Que se disculpen los tlaxcaltecas
El 27 de septiembre de 2024, D. Federico Jiménez Losantos publicó en el diario EL MUNDO el siguiente artículo, motivado por un comunicado emitido por la futura presidenta de México en el que explica por qué no se invitó a Felipe VI a su toma de posesión.
“Mejor que el Rey no brinde por la dictadura mejicana de López Obrador con Putin, Petro, Díaz-Canel y Maduro, narcotraficantes y genocidas que son los invitados de honor de la presidenta Sheinbaum.
No es descartable que para celebrar a lo azteca el evento perpetraran sacrificios humanos, y el Rey es manjar muy apetecible para cualquier caníbal.
La Scheinbaum, pijísima comunista puesta por Obrador, tuvo la ideíca de que fuera la Princesa de Asturias en vez de su padre, por si repetían estos falsos indios y la verdadera princesa las abdicaciones de Bayona. Sólo faltaba.
El grotesco argumento de estos narcotiranos para no invitar al Rey es que no pidió disculpas por la Conquista, o sea, por la creación de México, hijo del virreinato de la Nueva España y no de tribu alguna.
La pijísima lituana habrá leído el famoso cuento de Carlos Fuentes La culpa es de los tlaxcaltecas, aliados de Cortés en la conquista de Tenochtitlán.
Pues que pidan perdón los tlaxcaltecas.
Y los totonacas, los olmecas, el rey de Tabasco que regaló entre diez esclavas a Malintzin o Malinche, doña Marina cuando fue libre, y el príncipe de Texoco, que, a cambio del trono, ayudó a construir el largo canal donde con trece bergantines desmontables, llevados a hombros a través de las montañas, Cortés se presentó ante la capital azteca con miles de aliados de todas las tribus y la conquistó.
Decía Octavio Paz que mientras los mexicanos no reconocieran a su padre, Hernán Cortés, su país viviría en la impostura.
Eso es el indigenismo: una sarta de mentiras de la élite criolla para presentarse como víctima en nombre de unos indios a los que desprecia. En casi todas las batallas de las guerras de independencia, los indios lucharon con la Corona española. Conocían a sus «libertadores».
Cuando tras 70 años el PRI dio paso a la alternancia en el poder, en el México de Calderón pareció posible el Estado de Derecho. Las relaciones con España eran excelentes. Se reconocía su obra, desde el idioma a las universidades, las ciudades, los hospitales, el fin del canibalismo y de la esclavitud, que abolió para los negros, porque los indios nunca fueron esclavos, la Constitución de Cádiz de 1812, de los «españoles de ambos mundos», también mejicanos.
Dos siglos después, Obrador ofrece al Chapo Guzmán «abrazos y no balazos» y los narcos elegirán a los jueces. No culpen a Hernán Cortés.”













